Coches

Conducir hacia el punto de fuga

La perspectiva cambia, aparece, se descubre al volante de el Nuevo BMW Serie 1.

Cuando era pequeño yo era de esos pocos niños que se sentaba detrás y no le importaban los viajes largos, ni tenían prisa por llegar, ni se quejaba. Un caso extraño. La verdad es que había encontrado de forma natural el modo estar entretenido en los viajes, en qué pensar mientras nos íbamos a la casa del pueblo de la abuela, en cómo evadirme.

No recuerdo cuando me di cuenta de que no importaba cuánto durara el viaje ni lo lejos que fuéramos, porque las calles, las carreteras, los horizontes se habían convertido en un mundo de posibilidades. Desde el asiento trasero había descubierto las perspectivas y estaba fascinado con ellas. Las observaba, procuraba guardarlas en la memoria, y pasaba el tiempo pensando en qué pasaría si finalmente la línea blanca de la derecha se juntaba con la de la izquierda a los pies de unos montes, en ese punto infinito imaginario, qué habría allí donde se juntaban. Cuando llegaba donde fuera, dibujaba sobre ellas todo lo que imaginaba. En el papel, la hoja en blanco empezaba a cobrar vida siempre a través de esas dos líneas que se se tocaban en el horizonte en las que me evadía de todo. Como el lugar al final del arcoiris.

Después llegaron las variantes: si me movía un poco hacia la derecha podía usar el retrovisor lateral para ver qué sucedía con el mundo que dejaba atrás; si estiraba el cuello el retrovisor central me permitía ver mi cara y aquel camino que transitaba con esas líneas que se unían al final de la imagen. Yo ya estaba del otro lado aunque nunca había visto ninguna señal, ninguna puerta, nada que me indicara que había cruzado ese punto fuga. Algo así como aquel vídeo de A-ha de nuestra adolescencia, ¿Te acuerdas? Pensaba que si dibujaba ese mundo del otro lado del punto de fuga, mi propio mundo, un día llegaría hasta él. Supongo que por eso siempre me ha encantado la carretera.

Así comencé a dibujar, pintando los mundos que se podían crear sobre esas líneas hasta llegar a ese punto, planos, cotas que me llevaron primero a volúmenes, luego a casas y más tarde a edificios más complejos, y en cada dibujo imaginaba cómo sería el universo que había del otro lado del punto de fuga. Cuando aquella afición se convirtió en profesión fui olvidando aquel juego, aquel mundo.

Pero de alguna manera cuando tuve mi Nuevo BMW Serie 1 volvió la imaginación, volví a encontrar el interés en todas esas líneas que buscaban el horizonte y redescubri en ellas mi propia proyección, en el parabrisas, y un mundo de posibilidades en los retrovisores. Porque al fin y al cabo, sé que de ahí viene ese estilo arquitectónico mío, esas viviendas abiertas, de grandes ventanales a espacios infinitos y magníficos horizontes.

La primera vez que me puse al volante de mi Nuevo BMW Serie 1 volví a vivir todas esas sensaciones con una nueva dimensión: la de compartir esa visión, ese que había sido mi mundo de evasión desde niño. Descubrí el placer de disfrutarlo y de compartirlo con mi pareja, con mis amigos o con quien fuera mi compañero de viaje. En cuanto lo tuve en mis manos, agarré el volante y me lancé a la carretera en busca de ese mundo al otro lado del punto de fuga, y allí volvían a estar de nuevo las perspectivas, para seguirlas, y un punto de fuga que juega a esconderse tras la belleza de un paisaje o en los recodos de las calles de la ciudad. Y ahora siempre están ahí, en mi nuevo BMW Serie 1.

Arquitecto.

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