Tu te presentas y yo te miro. No te mueves, pero parece que lo haces, consiguiendo que mis ojos parezcan bailar en tus perfiles. Te rodeo, te admiro, te persigo porque no puedes huir. Tú permaneces, porque sabes jugar: te han hecho para eso. Y yo solo pienso en lo que me gustaría pasar un rato contigo a solas.
Te llamas Lexus RC y me hablan de tus versiones. RC F Sport, con un V8 de 5,0 litros y una potencia de 450 CV, 32 válvulas y un par de más de 520 Nm. RC 300h, un híbrido que combina un motor de gasolina de 2,5 litros, doble inyección y 4 cilindros que genera una potencia de 178 DIN cv/131 kW a 6.000 revoluciones y un par máximo de 221 Nm de entre 4.200 y 4.800 revoluciones con un motor eléctrico con una potencia de 143 DIN cv/105 kW, generando una potencia máxima del sistema de 220 DIN cv/162 kW. RC 350, con motor V6 de 3,5 litros y una transmisión secuencial de 8 velocidades. Números, pienso, donde yo solo veo sentimientos, carreteras sin tiempo, música de motor y un horizonte. Hagamos de lo nuestro una huida hacía ninguna parte, porque lo importante entre nosotros será el camino y no donde vayamos.
Y tu interior, tus llantas, tus luces, tu tecnología punta. Escucho y apunto, guardo y clasifico datos. Son extraordinarios, exclusivos. Dignos de lo mejor. Pero no me importan. Cómo a ti no te importan mi altura, mi peso, mi trabajo. Solo te importan mis ganas de estar contigo, de hacer de una mañana juntos una aventura, de un viaje algo que contar, de cada encuentro una manera diferente de saber del otro. Yo te enseñaría a que saben las curvas de una montaña, y tú jugarías a dejarme creer que tienes límites.
He tenido que dejarte. Pero tú y yo sabemos que nos volveremos a ver.
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