En el mundo del diseño automovilístico hay muchas clases de prototipos que desvelan el futuro. Los hay que jamás verán la luz por atrevidos o por pacatos, por demasiado revolucionarios o por estar ya sobrepasados. Los hay que tan sólo pretenden llamar la atención sobre un elemento determinado o los que sin ninguna duda veremos circular por nuestras calles porque sabemos que su tecnología es ya una parte del futuro. El Audi Aicon es uno de estos últimos. Tenemos claro que lo veremos fabricado más o menos parecido al concepto presentado, en un futuro más o menos cercano. Y también sabemos que jamás podremos conducirlo.
Y no lo haremos ni nosotros ni nadie, por la sencilla razón de que no tiene elementos para hacerlo. El Audi Aicon es la mirada de la marca de los aros al futuro de la conducción autónoma, la otra mitad del caballo de batalla de la industria junto con la motorización eléctrica, que por supuesto también está presente en el Aicon.
El exterior del Aicon es el de un sedán de aspecto innovador, pero no con el aspecto rompedor que se podría esperar de un concepto como el que nos presenta. Digamos que sus atractivas líneas nos aportan ese paso intermedio que podríamos necesitar entre el presente y el futuro que nos propone, como si nos dijera que a partir de la apertura de sus puertas de apertura enfrentada, ya nada será como lo conocemos.
Y sin duda, así será. El Audi Aicon no tiene volante ni pedales, en el interior los cuatro asientos se pueden mover en cualquier dirección para dirigir nuestra atención a cualquier lugar que deseemos, puesto que ya no es necesaria en la conducción. De hecho, desde Audi se afirma que una vez estén disponibles las infraestructuras adecuadas para usar el máximo potencial de vehículos como el Aicon, se habrán acabado los accidentes.
El salpicadero, las superficies acristaladas y elementos como el techo cambian su función en el Audi Aicon para sumarse a la que será más importante en los vehículos del futuro: la interacción con el usuario con la vista puesta en su comodidad y necesidades. Información desplegada en las superficies, conocimiento personalizado de los gustos del pasajero o detalles como un mini dron para iluminar la salida en condiciones de baja iluminación.
Iluminación que también será clave de los revolucionarios grupos ópticos que propone Audi con el Aicon, que ya no son faros, sino toda una parrilla compuesta de cientos de unidades de iluminación que pueden asumir funciones tanto de iluminación como de aviso e interacción con otros elementos del tráfico, como coches o peatones.
Tampoco se queda corta la marca alemana en cuanto a definir las especificaciones de la propulsión del Aicon. Cuatro motores eléctricos repartidos entre los dos ejes ofreciendo tracción integral alimentada por baterías de carcasa sólida ofreciendo mayor eficiencia que las actuales de iones de litio, con una potencia combinada de 354 Cv que permitiría una autonomía de entre 700 y 800 km circulando a una velocidad de crucero de 130 km/h. Esto sí que es otra manera de entender el coche como medio de transporte.
La carga, por supuesto, también se beneficiaría de los avances tecnológicos, pudiendo hacerse completa en menos de 30 minutos con sistemas de inducción e incluso utilizando la conducción autónoma para que el coche se desplazase a realizarla solo.
No sabemos cuánto tardará el Audi Aicon en hacerse realidad y cumplir con estas particularidades o con otras parecidas. Lo que nos llena de sueños y horizontes es que en el momento que él sea presente, otro coche nos mostrará un futuro que ahora no podemos ni siquiera imaginar.
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