Hablamos del futuro del automóvil y se nos pueblan los oídos de números, de datos, de previsiones. De motores, aceleraciones, prestaciones, de maravillas tecnológicas que harán nuestra vida al volante más fácil y a nuestros coches prácticamente naves espaciales. Y casi siempre nos olvidamos de la belleza. Nadie nos dice que los coches que usaremos serán bellos. Se da por supuesto. Siempre suelen ser diseños llenos de modernidad, supuestamente rompedores, indicativos de agresividad, deportividad, funcionalidad. Pero lo cierto es que la mayoría de los coches no suelen estar pensados para resaltar la belleza.
Antonio Paglia es un arquitecto y diseñador de automóviles italiano que no sigue ese camino. Para él la belleza debe estar presente en nuestras vidas y, por supuesto, en nuestros coches. Y no hay más que ver el diseño del Alfa Romeo C18 para comprobarlo. No nos habla de velocidad, aunque sabemos por su manera de perfilarse que pocos habrán tan rápidos como él. No sabemos cual será la potencia de su motor, pero estamos seguros que tras esa belleza sólo puede esconderse un motor a la altura. El diseño por encima de la mecánica, la forma como sentido último.
El C18 imaginado por Paglia es indudablemente un Alfa Romeo. Mantiene un aire de familia que lleva hasta el límite. Sorprende de manera estimulante la solución del diseñador italiano para lo que normalmente serían las superficies acristaladas, en este caso cubiertas por un material que prácticamente no se distingue del utilizado en el resto del coche. Dado que es muy lógico pensar que es indispensable que permitan la visión desde el interior, nuestra mente sueña con milagros tecnológicos que lo hagan posible a la vez que mantienen esa belleza propuesta por el italiano. La otra característica destacable del diseño es el juego bipolar entre los materiales del frontal y la parte trasera, otra solución que nos llena de sorpresa y de deseo para acercarnos y comprobar de que está hecho este sueño.
En realidad, todo el Alfa Romeo C18 es una pregunta al aire que nos gustaría responder en su presencia. Y también preguntar si sería posible que incorporara un último avance tecnológico. Que pudiéramos a la vez conducirlo desde dentro pero nunca, nunca, dejar de ver su belleza exterior. Eso si que sería futuro.
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