Si Armand Peugeot levantara la cabeza hoy, ciento treinta años después de que enfocara el negocio familiar a la producción de bicicletas primero y de coches poco después, y viera las cosas que hace hoy en día el Peugeot Design Lab, ese laboratorio del que salen los diseños -que ellos denominan ultradiseños, acertadamente-, no daría crédito. Pero seguro que sonreiría pensando en su legado.
Y lo haría con más satisfacción que con la que nosotros nos sonreímos para adentro con el ensueño de poseer una DL121 y salir a pasear con el viento en el rostro y todos los rostros admirando la belleza de nuestro paseo con una bicicleta única.
Un “ejercicio de investigación, gráfica, material y de colores, situándose en la frontera entre arte y funcionalidad” que para nosotros están simplemente en ambas partes, ocupando su espacio preciso en el arte y desarrollando su función más allá de su belleza.
El diseño es del mismo Director Técnico del Peugeot Design Lab, Cathal Loughane, que combina un purísimo cuero blanco que cubre la parte trasera de la bicicleta, y con el que se crea un portaequipajes pensado para llevar incluso una tablet, con el aluminio y carbono en cobre oscuro de la parte delantera, de una moderna elegancia. Una división de materiales -“aprovecha la separación dinámica diagonal existente entre las dos mitades de la bicicleta”— que es una división visual, un contraste en el que se aprecia la historia de la marca y el futuro hacia el que la lleva su laboratorio de diseño.
Tiene una cadena de 18 dientes, una sola velocidad, guías Nokon para los cables internos y una rueda de carbono delantera de 5 radios que combina a la perfección con la parte delantera
Y aunque dice Peugeot que es un Bike Concept, cualquiera que quiera poseerla -stricto sensu- puede encargarla al mismo Peugeot Design Lab, por un precio desconocido puesto que se hacen a medida para cada cliente. Eso sí, es una edición limitada, no para todos los públicos, no para todo el mundo. Tan excepcional como su concepción y diseño. Eso sí, nada de charcos, sólo para pasear, sólo para lucirla. Incluso para tenerla colgada en el salón y dedicar tiempo a su contemplación.
Lo que te estás perdiendo, Armand.
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