Cuando yo era pequeño un catamarán era una pequeña embarcación de dos cascos con una red en medio en la que podía uno saltar o tumbarse al sol con las sombras de las velas rozando tu cuerpo y sobre el agua. Hacía falta poco más para disfrutar del mediterráneo y flotar sobre los fondos de roca y poseidonias.
Cuando yo era pequeño podía imaginar un catamarán como el Sunreef 70 Roleeno, con camarotes para toda la familia, pero conservaba en mis sueños aquella red sobre la que saltar de un lado para otro como en una colchoneta elástica. Hoy no me hace falta imaginar un catamarán de algo más de veintiún metros de eslora y un mástil de 35 metros, con un salón comedor para 8 personas y un puesto de mando completo para lucir una gorra de capitán, con un suite completa con su cama King Size y su ducha y aseo, dos camarotes y un camarote doble de invitados todos con su aseo propio y la luz natural que entra por sus seis ojos de buey. Y dos grandes motores, de 160HP.
Aquel sueño mediterráneo propio se parecía al del francés Francis Lapp que a principios de los 90 lo hace realidad fundando en Gandsk, al norte de Polonia, la constructora Sunreef Yatchs, para llegar mucho más allá de lo que uno cabía imaginar con los catamaranes de lujo de la serie 70 de los que hay sólo 14 unidades en el mundo. El 14, éste que os mostramos botado en junio y con destino a Israel. Interiores minimalistas con materiales de la más alta calidad en colores crema, chocolate y morado, y un elegante exterior en gris claro y gris oscuro, al gusto de su propietario porque cada uno de ellos se personaliza.
Y no le falta la red, aquella red hoy a modo de dos hamacas en la amplia cubierta de teca que aseguran el placer de navegar tumbado al sol del mediterráneo...
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