El lujo tiene siempre que ser bello y útil porque, de no ser así, no es lujo, es exceso y hasta ordinariez, es la locura del absurdo, la prepotencia de la imagen y el deseo íntimo de verse falsamente sofisticado, decorado con falsa belleza, aparentando una grandeza y un lujo que no existe. Porque el lujo, cuando es cierto, no necesita enaltecerse en el exceso sino que se recrea en la más bella y elegante discreción en su apariencia, y en un mundo de placer en su funcionalidad. Ésto nos permite confirmar que el superyate Aviva de Abeking & Rasmussen es puro lujo, lujo de verdad.
Es lujo del bueno porque es un magnífico yate de 98 metros de eslora, imponente en su línea exterior que es elegante y bella y más imponente todavía en el mundo de placer que esconde dentro ¿imaginas un yate que cede parte de su espacio a una pista de pádel? así es Aviva, para que no renuncies a tu deporte predilecto ni tan siquiera cuando te rindas a tus deseos de navegar el mundo.
El espacio reservado a la cancha de pádel, que es más que notable tratándose de un yate por mucho que tenga casi 100 metros de eslora, resulta ser un espacio desperdiciado cuando nadie anda a golpes con la raqueta y eso convenció al equipo de diseño de este yate de que este espacio debía ser versátil, y lo es, lo es porque la red puede retirarse y la cancha de pádel se convierte así en un pabellón multifuncional en el que se puede incluso jugar al fútbol... y todo ésto sin bajarte del yate.
Cuando hablamos de lujo y de Aviva no nos referimos sólo a la cancha de pádel, aunque como complemento es sin duda único en un yate, sino también a la navegación: este superyate es de propulsión eléctrica y eso no le impide alcanzar una velocidad de crucero de 11 nudos y hasta 20 de velocidad máxima. Bicolor en su exterior, es una embarcación inconfundible, un lujo...
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