Corría el año 1937 y, como la mayoría de los veranos, la Costa Azul atraía a sus playas a gran parte de la alta sociedad europea. Su glamour estival, acentuado por el sol, olía a vida, a juventud y a Andrea, una planta silvestre que Albert Fouquet había descubierto en un viaje a Chile y bautizó con este nombre.
Albert, hijo de un aristócrata parisino, pasaba gran parte del día creando esencias para uso personal. El destino quiso que su camino se cruzara con el entonces joven estudiante John F. Kennedy y que este quedara irremediablemente encaprichado de la misteriosa esencia. Albert le dejó un ejemplar en su hotel con una nota: “en este tarro encontrarás la dosis de glamour francés que le falta a tu simpatía americana”.
Al poco tiempo de volver a Estados Unidos, Kennedy le envió una carta de agradecimiento y le encargó un pedido: “te ruego que me envíes 8 ejemplares y, si su producción te lo permite, otro más para Bob”. Albert Bouquet buscó en París unos frascos adecuados y metió cada uno de ellos en una caja con el estampado de la camisa que llevaba John Kennedy el día que le conoció. En la etiqueta se podía leer: Eight & Bob.
El perfume tuvo tanto éxito que pronto empezaron a llegar peticiones de directores, actores y productores de la meca del cine, Cary Grant y James Stewart entre otros no se resistieron a Eight & Bob. Pero dos años después, Albert falleció en un accidente de tráfico y su mayordomo Phillipe –el único que conocía la fórmula- continuó con su labor hasta que el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se lo impidió.
Décadas más tarde, la familia del mayordomo saca al mercado esta fragancia, basada en los extractos de una planta difícil de adquirir debido a la altura en la que florece y que solo puede recogerse durante los meses de diciembre y enero. Exclusiva y masculina, Eight & Bob es la fragancia de la que se han enamorado algunos de los hombres con más encanto de la historia. ¿El secreto? En su frasco de 100 ml. y 125 euros.