Fue la última emperatriz de la Ciudad Prohibida y la inspiración que sirvió a Yves Saint Laurent para crear uno de los perfumes más cautivadores y enigmáticos de todos los tiempos: Opium. Así se llama la fragancia creada por el diseñador en el 77 con la colaboración de los perfumistas Jean Amic y Jean-Louis Sienzac de Roure. Ya entonces supuso una inmensa controversia en Estados Unidos, propia del mismísimo Don Draper, acaparadora de titulares y críticas capaces de multiplicar las ventas. Hoy resurge en una edición especial ideada para colorear de total gold estas navidades.
Los anglos se referían a él como “la medicina de los dioses”, los chinos lo llamaban “veneno negro” y Homero escribía de él que “hacía olvidar cualquier pena”. El opio fue protagonista de guerras y compañero de alcobas humeantes, una obsesión dormidera que el diseñador francés convirtió en un perfume icónico de aroma afrutado y floral, con notas a mandarina y jazmín, clavel y vainilla. Sus rasgos especiados le otorgan una intensidad propia de aquel Oriente de los imperios caídos, sensualidad etérea con toques de madera, ámbar e incienso. Una fragancia envolvente que Yves guardó en un frasco inspirado en las pequeñas cajas que los valerosos guerreros orientales llevaban anudadas a la cintura. Se llamaban Inros y se ataban al obi del soldado con un cordón negro, el mismo que hoy vemos en el interior del perfume, simbolizando la unión entre la mujer y la fragancia.
La artista Manuela Paul-Cavallier ha sido la encargada de rediseñar esta nueva botella que saldrá a la venta el próximo 2 de diciembre. A diferencia de los anteriores frascos, en esta ocasión se ha querido cubrir con una hoja de oro envejecido todo el envase, manteniendo no obstante su característico círculo dorado central, a modo de una atrayente ventana que invita a dejarnos llevar y desde la que podemos ver el famoso cordón interior de Opium.
Solo se han producido cincuenta unidades del perfume, una joya al alcance de aquellos guerreros de alta alcurnia capaces de pagar un tributo de dos mil euros. Nadie dijo que el precio del sueño sanador fuese accesible.