Bellas, imprevisibles, efímeras, sin artificios ni disfraces. Desafiando cualquier ley natural y a todas la malas lenguas que se atreven a poner en entredicho su fortaleza, las amapolas despliegan sus alas rojas en el lugar menos pensado: en pleno asfalto, entre dos baldosas, en mitad de un macizo de hormigón… Y en cualquier parte lanzan al viento todo el embrujo poético que viste su aparente y misteriosa fragilidad, invadiendo campos y ciudades con su sedoso ¿aroma?
Pero si las amapolas ¡no huelen a nada!
Efectivamente. Hace miles de años que las amapolas decidieron que su único lenguaje sería el color. Y así fue. Hasta que en Kenzo, fascinados por esa magia roja capaz de colmar de paz casi zen cualquier espacio con un simple agitar de pétalos, inventaron su perfume. Y lo hicieron a imagen y semejanza de la flor: empolvado, sensual, vivo, sublime. Una armonía sedosa dibujada en tres acordes: el floral de rosa búlgara, violeta de Parma, cassia y espino; el empolvado, un acorde sensual y envolvente a base de vainilla, almizcle blanco y mirra que finaliza con las notas vibrantes, casi místicas del incienso.
Flowerbykenzo es la historia de belleza, armonía y paz que hace trece años comenzó a escribir Alberto Morillas y que hoy nos descubre un nuevo capítulo en el que protagonista, Shu Qi, se diluye en las aguas del Sena para brotar como una lenta caricia entre la explosión de pétalos que inunda la ciudad con su irresistible hechizo. Todo el poder de las hadas materializado en una mujer, en la suavidad su mirada, su sonrisa aterciopelada y la magia del perfume de las amapolas. Como en el frasco, la amapola se alza, se despliega y se mantiene suspendida, posada en su torre de cristal. Serge Mansau le insufla a este ramillete etéreo una atrevida sencillez.
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Dirección de la película y fotos de prensa: Patrick Guedj.
Actriz: Shu Qi.
Música: tradicional klezmer compuesta por Joachim Johow. Arreglos de Patrick Sigwalt.
Producción: Pixies films.