Ahora que estamos a punto de adentrarnos en un largo y cálido verano que se nos hará corto y nos sabrá a poco, como acostumbran a hacer todos los veranos, sentimos lejano el otoño y despierta en nosotros gran pereza el mero hecho de pensar en él.
Pero él vendrá y lo hará antes de que nos demos cuenta, lo hará cuando tengamos la piel tostada por el sol y la risa pintada en la cara tras días de cielo y mar seguidos de largas noches de terraza en terraza bajo un manto de estrellas.
A la vista de lo que nos espera a la vuelta de este verano que ahora llega, la verdad es que este año tememos poco al otoño porque será un otoño tormentoso y cálido, muy profundo y seductor. Será un otoño de contrastes como lo es siempre el entretiempo, entre el tiempo ardiente del verano y frío del inverno. Un otoño muy Chanel.
Este contraste que Chanel presenta como poesía, se pinta, más que en la piel o en los labios, en los ojos, ojos sombreados en colores tierra a fuego que se delinean además con suma precisión.
Eyeliner en marrón o en negro, sombras de ojos denominadas de modo sugerente -sensación, pálpito, duda, exaltación, pulsión, y el dorado para la admiración- para las mejillas Chanel deja la inocencia y para los labios el brillo y la hidratación en tonos no menos evocadores que los que sombrean los ojos -íntimo, confidente, viva, aura y un par de gloss-.
Claro que Chanel no olvida las manos porque la expresividad de una mujer va siempre del pelo a las manos tras cruzar el rostro y manifestarse en una caída de ojos y un par de sonrisas. Y para las manos, secreto, atmósfera o un negro brillante y profundo.
Conociendo el otoño poético que pinta Chanel, no podemos evitar sentir cierto deseo por teñir de otoño los atardeceres cálidos...
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