“Nuestro organismo no es más que un acuario marino en el cual se bañan mil millones de células”. Estas palabras del científico René Quitón inspiraron la investigación de los laboratorios Thalgo sobre la eficacia de los activos marinos. La inició en 1964 el farmacéutico monsier Bouclet que, en 1966, desarrolló una proeza tecnológica que revolucionó la cosmética: las algas micro estallaras.
Su descubrimiento, convertido en referente mundial para todos aquellos que quisieron seguir explotando los tratamientos marinos, se basa en un procedimiento de fabricación que microniza las algas hasta que éstas liberan sus principios activos cuyo tamaño se mide en decenas de micras.
Combinando tres tipos de algas (dos marrones y una roja cultivadas en el Atlántico en la época de los equinoccios) elaboró un cóctel que se encuentra en la fórmula de todos sus productos. ¿Beneficios? Nutren, drenan, oxigenan, desintoxican, aumentan la circulación, reducen la retención de agua, activan el sistema inmunológico, reúnen una generosa dosis de minerales y vitaminas… Y lo mejor es que presentan una tolerancia cutánea fabulosa.
Sus líneas de producto cubre lo que ellos llaman “belleza 360 grados”, es decir, todas las necesidades faciales y corporales. Y sus precios que no están nada mal hacen muy asequible el chapuzón en la talaso cosmética.
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