Desde que Teresa comenzó a hablar, el cómo lo hace ha cambiado muchísimo. Al principio eran sólo sonidos, a los que le siguieron pequeñas palabras, que ahora suman y se convierten en diálogos.
De estos últimos todo que decir, porque entre palabra y palabra, muchos momentos Ozores, con el consiguiente "claaaro" de cualquiera que mirándola sólo entiende el final. Aunque es verdad que ya lo dice todo, y repite todo y más.
Las anécdotas con esto se multiplican. Desde palabras que ella trata de decir, y en el proceso quedan absolutamente desvirtuadas, como el Victoria convertido en "Potoria", o si no el trueque que hace con los quieros y los tengos, que convierten el frío en un querer, cuando esto ha sido siempre más de tener.
Y de ahí lo que nos pasó el otro día. Lleva semanas que por circunstancias ha empezado a no dormir bien. Es más el proceso de quedarse dormida que luego el de dormir, que ahí sí es del tirón. Pues bien, en esos minutos que a veces se prolongan a los tres cuartos de hora, ocurren muchas cosas.
Que si "quiero bebé", "quiero pipí", "mamá besito", y últimamente también "mamá teno motetes" con el consiguiente ir a por un kleenex y un "incorpórate que te sueno". Nada extraordinario que no suponga más de los voy y vengo para calmarla, hasta que llega el silencio. Pero de todos esos quieros, hubo uno que era un claro tengo, que ya queda como la típica historieta de infancia.
Os cuento. Era de noche, el proceso #bañocenacuento aprendido de nuestra Berta hace unos años, ya había sumado dos Caperucitas y un Gato con botas, y los ires y venires entre su habitación y el salón ya contaban la media docena, con estrategias varias de quieros y la consiguiente falta de paciencia, llegados a esas alturas.
Entonces vino el "quiero tata" con asombro mayúsculo y respuesta de "no Teresa, ahora no es momento de tarta". Todo tenía su lógica, porque entre tanto festejo navideño, las tartas se habían sucedido una tras otra, y claro igual en esos impasses nocturnos lo había recordado.
Pero no conforme con la respuesta, ella seguía en su empeño de "quiero tata", que continuaba sin ser atendido por las horas, y reconducido con un "venga a dormir", hasta que el olfato todo lo significó, evidenciando que su querer era más un tener, y que la "tata", no era postre y sí una cuestión de pañal.
Nos dio la risa por su resignación y porque en esos momentos comprendes que la pronunciación lo es todo en esto de dar significados. La historia acabó con toallitas y cambio de pañal, y una frase: "querer es tener".