Que el tiempo pasa es un hecho, y de ahí a pensar que cuando más disfrutas, el tiempo vuela, que en un abrir y cerrar de ojos el invierno se convierte en primavera, que hasta ayer tenías 25 y ya son 10 años los que se suman, de vida, de experiencias, de sensaciones… pues que todo es uno.
Y esto lo llevo yo pensando toda la semana. ¿Por qué? Porque en nada llegan nuevas vidas, nuevas ilusiones, nuevos compromisos para María, Bea y Laura. Ellas, mis amigas, pronto experimentarán o repetirán, en esto que es sobredimensionar una vida.
Fernando, Nicolás y para Laura no sabemos todavía si rosa o azul, vienen para completar un proyecto de vida, para poner la sal a un cálculo inicial de uno más uno. Y ya no sólo para ellos, sino también para quienes estamos en sus vidas.
Pensaba yo en el proceso, y en que esas 40 semanas son tan forzosas como necesarias. Nueve meses que además de empezar a crear vínculo, sitúan en la vida, ayudan a proyectar, a aprender a observar, a sentir desde la s a la r, a comunicar desde las emociones. E inevitablemente, tras este ejercicio de volver la vista atrás, caigo en la abstracción, en la hipnosis que traen los recuerdos.
Porque una vida cambia otra vida, así lo vemos por aquí. Y si esto es así en lo cotidiano, en el conocerse, en el incluir a personas ajenas, a tu vida… cómo no será cuando esa vida parte de ti. Yo os lo puedo contar, y os lo cuento. Os hablo de sensaciones, de evolución, de preocupaciones, de nuevas etapas, de afectos… pero ponerme en el punto de partida me ha tenido algo enternecida.
Y a fin de cuentas la vida sigue, para ellas, para ellos, para vosotros, para mí. Y saber que en ese seguir encontraremos de nuevo estas sensaciones, si ya no propias, sí igual de intensas, aunque sólo sean por lo que recuerdan, le dan de nuevo chispa a la vida, y así más y más.