Lo nuestro desde hace ya casi dos años es un acontecer de semana en semana. Logros, fases, anécdotas y demás hechos noticiosos de la vida de nuestra pequeña Teresa. Una evolución en formato Oops, que después de pasar por gateos, primeros pasos, y chapurreos varios, nos lleva hasta principios de esta semana.
Veintidós meses y diecinueve días. Ese es el tiempo que nos pone en este vivo sin vivir en mí, que decía la mística, y que nos viene como anillo al dedo para resumir de forma existencial el malestar que supone marcar los límites.
Yo no era consciente de que la llegada de los dos años iba a ser algo tan dramático. No es que quiera yo caer en victimismos ni nada parecido, pero lo que categorizan como primera adolescencia, es eso, un momento de tiras y afloja que pone a prueba todos los recursos, que como padres, uno va desarrollando. Momentos clave en los que todos nos reafirmamos.
Así mientras a la etapa de los noes, le hemos ido dando solución sobre la marcha, con un repertorio de estrategias de distracción y efectos sorpresa, que iban desde una canción, a un elemento que sabíamos que captaba su atención. Lo de ahora se resiste a cualquier táctica y pide a gritos toneladas de paciencia.
Sus noes ahora son firmes, y suelen surgir después de una petición directa, que tras nuestra negativa, se vuelven más firmes y determinantes, rematándose con tremenda rabieta.
Sabemos que es parte de su desarrollo, que tiene que ver con que Teresa se siente cada vez más segura, más independiente, con más autonomía de palabra y movimiento. Pero tanta oposición beligerante es agotadora.
Nos centraremos en el refuerzo positivo, en ser pacientes y en prever tila como para los próximos siete meses, que nunca se sabe...