Con el tiempo me he dado cuenta de que soy más egoísta de lo que imaginaba. Que me falta mirar a mi alrededor, tener en cuenta a los otros, compartir… Y lo sé porque desde que Teresa está en mi vida, he recibido grandes lecciones de altruismo.
La primera fue en aquella ocasión que viajábamos solas. Ya os lo conté, iba aterrorizada por no poder con todo, pero ahí estaban ellos, todos los que hicieron que nuestro viaje en avión, con parada en dos aeropuertos, fuera como un paseo por el parque. Gente que viéndonos en apuros, no dudaron en echarnos una mano, en sujetar equipaje, en cogerla a ella para yo poder organizarme con las bolsas. Toda una sorpresa, porque en el día a día uno no suele tropezar con gente tan espléndida.
Desde entonces trato de ser más observadora, más cómplice con las necesidades de los otros, y aún así, sigo encontrándome con sorpresas como la de esta semana. Os sitúo. Madrid, nueva casa, nueva urbanización, nuevos vecinos. Primer día, sol de justicia y un parque a pleno sol, en el que era impensable estar más de dos segundos. Así que replanteamiento de actividad y a disfrutar de la urbanización.
El caso es que como todavía no estamos del todo instaladas, Teresa aún no tiene aquí sus juguetes. Así que pensé: “que corretee, y que se divierta descubriendo los nuevos lugares”. Pero cuando llegamos, nos encontramos con padres y madres con sus niños, y muchos juguetes repartidos entre el césped y las áreas de juego, como si se tratara de un jardín de infancia.
Y claro Teresa que está en esa edad en la que todo lo quiere, en cuanto vio aquel despliegue se lanzó sin dudarlo, mientras yo le explicaba “pequeña, deja eso que no es tuyo”. Pero no hizo falta decir más, porque al final de mis palabras escuché un “qué va, que coja lo que quiera, que aquí todo es de todos”.
“Todo es de todos…”, pensaba yo, sin salir de mi asombro. Porque sin conocernos, no tardaron ni un segundo en ofrecernos los juguetes de sus hijos, y así ha sido cada tarde desde entonces, aunque ahora que Teresa ya tiene su moto y su pelotita de juego, también nos hemos sumado a ese dar que satisface, y que a Teresa y a mí tanto nos está enseñando.