La semana pasada Teresa tuvo un episodio de vómitos nocturnos que me puso el alma en vilo. Fueron unas seis veces, y cada vez que le daba agua, igual que entraba salía, así que por la mañana, temprano, decidimos hacer una visita a las urgencias del hospital.
Yo andaba muy preocupada, temía por su hidratación, por la buena función de su pequeño organismo y todas esas cosas que se escapan cuando sólo eres madre, que no es poco, pero limita en conocimientos si no tienes carrera de ciencias.
Así que allí estábamos a las 7 de la mañana, en una sala de espera a estrenar, llena de juguetes y pequeñas sillas, esperando a que el pediatra viniera a reconocerla.
Y vino y la reconoció, y entre el fonendo, el palito y el otoscopio, la entreteníamos con una Nancy y algo de conversación. Entonces llegó la pregunta, ¿tienes hermanitos Teresa? Y ella no se lo pensó y dijo un sí claro, que no dejaba lugar a dudas de no haber sido por mi cara.
Aquello nos hizo gracia a todos, y a mí me hizo pensar que aunque no, Teresa no tiene hermanos, sus amigos, los de bebés, Gonzalo y Daniela, que siempre han sido referencia, hacen las veces. Y quizás eso de tenerles tan presentes, y el hecho de que un par de días antes su universo de pequeñitos aumentaba con la llegada de Javier, hizo que la pregunta se respondiera sola.
Nuestra pequeña familia aumenta y con ellos nos sentimos más grandes. Bienvenido.