Esta semana ha sido decisiva. Ya no queríamos seguir andándonos con rodeos. Así que es oficial, en octubre comenzamos una nueva etapa. Han sido tres días de visitas a instalaciones, de charlas con los responsables de los centros, de hacer números… Y entre unas y otras, agotando la existencia de lágrimas.
El caso es que ahora, más serena y más racional, me doy cuenta de que no tengo por qué ponerme tan melodramática. Porque por esto hemos pasado todos, estando de un lado o del otro.
Sin ir más lejos, hace unos días hablaba con mi padre de estos sentimientos que me tienen kleenex en mano . Y él, de apariencia tan fuerte, me confesaba que cogí tal llantina en mi primer día de colegio, que a las dos horas de haberme dejado ya no pudo más y fue a buscarme. ¿No es tierno? Obviamente yo no lo recuerdo, pero lo pienso e imagino que me debí sentir como Lois Lane cada vez que le rescataba el enigmático Clark Kent.
¿Y qué pasará con Teresa? No tenemos idea. Pero ya nos han dado algunas indicaciones para que su proceso de adaptación, y el nuestro, sea más sencillo. Dejarla con decisión, nada de inseguridades ni lágrimas. Intentar llevarla días previos para que se vaya familiarizando con su nuevo entorno y con su nueva clase. Y sobre todo, darle mucho cariño esos días.
Ayer abordamos el segundo punto. Fuimos con ella a la guardería, y entre los enanitos de jardín, los árboles, los juegos infantiles, las paredes de colores y el triceratops que había en el hall de entrada, pues que estaba emocionada. Yo no daba crédito, y ella venga a dar besitos a todo aquel que se le cruzaba, sin dejar de poner su cara de asombro, muy similar a la de El Grito de Munch, cada vez que tropezaba con cosas que le sorprendían. Vale exagero en cuanto a la cara, pero tendríais que verla.
Así que después de esto, Jorge y yo estamos un poco más tranquilos y con ganas de que llegue la semana que viene para que conozca a su profesora y a sus nuevos compañeros. Ahora sólo queda esperar, con la tranquilad de saber que estará en buenas manos y que el lugar le sugiere a ella casi tanto como a nosotros.
La imagen de esta semana corre a cargo de Víctor Riveros, ilustrador. Su título: Pollito. Mi título: saliendo del cascarón.