Uno de los últimos correos de la guarde nos avisaba de la fiesta de fin de curso, "será en el jardín", decía, y nos indicaban la hora, y que debían llevar una segunda puesta, para que en el cierre todos estuvieran reguapos.
Así que el día anterior preparamos la mochila con todo: un polo, unos pantaloncitos cortos, otras zapatillas y un montón de regalos para quienes durante todo un curso nos han llenado la vida de nuevas palabras y de nuevas formas de hacer, nos han enseñado a mirar y a conocernos mejor.
Era un día grande para ellos y también para nosotros, que además de celebrar nos despedíamos. Y ya saben lo que las despedidas traen consigo, muchos hasta siempre, intercambios de teléfonos, y una dosis de inevitables lágrimas.
El día acompañaba porque hacía sol, el jardín estaba lleno de pequeñas sillas, y a la hora indicada, todos los peques salieron en fila cantando su "Train, train, go away", ataviados con pequeños birretes que provocaron la sonrisa de todos.
Fue simpático verles tan disciplinados, tan metidos en su papel de "niños mayores", tan pequeñines y tan orgullosos de compartir con sus padres ese espacio que durante 10 meses ha sido su segundo hogar.
Y allí nosotros sin perder detalle, con cámaras y a lo loco, que ante tanta pompa y postín, estábamos más inquietos que ellos, para no dejar de capturar ni uno solo de los momentos, que serán de esos que con el paso del tiempo reunirán miradas en un "y en esta foto verás cómo me gradué en la guardería".
Definitivamente hay un cambio de registro, como lo ha habido con las comuniones que parecen bodas, y las bodas que resultan reuniones de amigos, sin menospreciar ninguna de estas variaciones, pero sí advirtiendo que hace no tanto, las costumbres eran otras.
El birrete era la clave, la que recordaba a la Universidad, a los tiempos de exámenes, a los amigos que llegan para quedarse, a las novatadas y a las noches de amanecida. A la orla, a esa foto que tuve que esconder por desfavorable, al día D y la hora H, en la que toda la plana mayor de la Universidad nos daba la palmadita para decirnos que ya estábamos preparados para afrontar un nuevo mundo.
Y así fue esto en pequeña escala, quitando las novatadas y las noches de amanecida. Porque lo cierto es que ahora y a sus casi tres años ya están preparados para afrontar una nueva etapa, la escolar, con nuevos amigos que seguro también llegan para quedarse, y con nuevos retos, en realidad todos, porque con esa edad, los desafíos son todos. Estamos preparados.