A finales de septiembre comienza el otoño. Pero hasta que no sentimos las primeras brisas frías, ésas que nos obligan a hacer el cambio de ropa en el armario, muchos decidimos vivir prolongando las sensaciones que nos ha dejado el verano.
Pero una vez que esto ocurre, hay hasta quienes tienen el ánimo de celebrarlo. Y tengo que deciros que celebrar, últimamente se ha convertido en una dinámica semanal.
¿Que qué festejamos? Pues nosotros lo mismo que Teresa en la guardería. El otoño y la caída de las hojas. Una celebración que ellos denominan “La fiesta de la castañera”, envuelta en coronas de cartulina y un rincón conmemorativo para que los más pequeños aprendan, relacionen y se identifiquen con esa estación del año.
Es curioso porque hasta el momento para nosotros las estaciones simplemente pasaban. Jorge más a la espera de los fríos y las lluvias, y yo al calor y al sol del verano. Pero jamás se nos hubiera ocurrido celebrarlas, y bueno, he de deciros que hacerlo con Teresa tiene su encanto.
Pero como los meses del otoño traen más festejos consigo, llegamos al día de los muertos. Que dicho así no parece una fiesta muy apropiada para niños, claro que si decimos Halloween la cosa cambia.
Calabazas, cadenas de cartulina negra, telarañas y fantasmas dibujados sobre bolsas de plástico blanco, caretas, mandarinas con la cara del Jack de Tim Burton, murciélagos de papel, chuches y un sonoro booo, fue lo que nos encontramos el miércoles antes del puente.
Y Teresa se reía, se reía mucho entre booo y booo, que ella trataba de imitar, dentro de su limitación vocal, con un ba! Y ya de paso, Jorge y yo metidos en faena festera, alimentando su risa con sonidos fantasmales y atrezzo para la ocasión. Porque sí, esto también viene en el pack de ser padres.
*En la foto parte de su disfraz de fantasma :)