Hay lugares que invitan, que acogen, en los que estás por primera vez, pero donde te sientes como de toda la vida. Hay estancias mágicas, llenas de luz y de colores pasteles en las que apetece tumbarse sobre la alfombra, mirar las gaviotas de flensted y dejar que pase el tiempo.
Y el tiempo pasa y esos lugares se quedan en la memoria junto a sensaciones de bienestar, de felicidad a intantes, de momentos a solas y compartidos. Una delicia, vaya.
Yo tengo algunos a buen recaudo. Como el cuarto de mi hermana en nuestra primera casa, el garaje en el que me encantaba sortear pilares con mi bicicleta, la tienda de mi abuelo, la cocina y la biblioteca de la casa de María del Mar… Cada uno aportando su granito de arena en ese maravilloso mundo imaginable.
Llegados a este punto, debo confesaros que tengo cierta adicción a visitar ese establecimiento sueco que recrea salones, habitaciones, cocinas, despachos y baños con ideas bastante creativas. Es algo que hago desde pequeña. No compro mucho, soy más de mirar, de coger recorte, de disfrutar. En fin, que creo que este pequeño vicio se lo estoy contagiando a nuestra pequeña Teresa.
Ya hemos estado muchas veces, tanto en Las Palmaa como en Murcia. Pero es que no sabéis cómo disfruta. Imagináosla fuera de sí, porque es así como se pone cuando está en el área de pequeña escala, con luces de pared en forma de sol, flores y nubes; peluches en forma de hortalizas gigantes y muñecos de todas las etnias. No para de mover manos y pies. Los ojos abiertos como platos y bueno, lo que viene siendo ya un clásico: chiditos y gemidos a modo “-¡¡espartanos!! -Au au au”. La gente la mira, ríe e interactúa con ella, mientras nosotros le vamos enseñando uno a uno cada juguete.
Pues en nuestra última visita tuvimos un pequeño descubrimiento. Un libro de Judith Wilson con fotografías de Debi Treloar que estaba ahí, llenando una estantería de despacho blanca, junto a cajas organizadoras, luces decorativas y un sujeta libros en forma de equis de madera de haya. No estaba a la venta, así que mientras mi madre, Jorge y Teresa seguían el recorrido, yo me paré a hojearlo y hacerle unas cuantas fotos, porque ese libro caerá.
Decorar la habitación de Teresa ha sido una encantadora manera de comenzar a formar, parte de su historia de recuerdos visuales. Pero como todo en la vida, si se hace poco a poco, a base de encuentros y necesidades, se genera algo muy especial. Nuestra última creación: la guirnalda alfanumérica. Pronto fotos. Os va a encantar.