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El padre y los días

Hay muchos días para celebrar, aunque la vida nos impone alguno. Transmitir es clave para disfrutarlos.

Los del padre se entiende. Esos que cada 19 de marzo hacen que las casas se llenen de cartulinas de colores, piezas de macarrones, fotografías customizadas y baberos para ellos, para los padres, que con tantas atenciones están como para regalarles un jueguito de barreños.

Este es el segundo que celebran Jorge y Teresa. El primero estuvimos los tres, con regalos ad hoc y uno muy dulce y personalizado con un “I love Papá”, by Las Manolitas cupcake boutique, que compartimos a partes iguales (más o menos).

Pero esta vez estarán sólo ellos dos, que quizás es la mejor forma de disfrutar de un día del padre. Desayunar juntos, comer con los abuelos y jugar en una tarde que estaría bien que fuera soleada, por aquello de los recuerdos y del disfrutar al aire libre, que siempre se agradece.

Es verdad que no dejan de ser días impuestos, y que los padres lo son, los 365 ó 366 días del año. Que su dedicación debería celebrarse al menos una vez al mes, que sería una bonita forma de decirles te quiero y de que padres e hijos se sintiesen próximos en el pasar de los años, de los días vividos, de las experiencias pasadas.

Yo haré lo propio con el mío, que siempre ha estado ahí, y que siempre está. Como lo estará Jorge con Teresa. Que diez años después y cada día del padre, no sólo disfrutarán de estar el uno con el otro, sino que será uno de esos días refugio que llenarán con las historias de sus momentos.