Bañador, un vestido fresquito, sandalias, sombrero y bolso. Que no falten las cremas, que del 30 al 90 de sun protect se encargarán de cubrir parte a parte de la piel. Toallas, silla de playa y sombrilla. Y cuando ya pensabas que lo tenías todo, resulta que hay que hacer acopio de diversión.
¿En qué piensas? Yo en cubos, palas, rastrillos y balones de playa, aunque este año la novedad han sido las cometas. Unas de poliespán en forma de avión que se vendían a pie de playa, al igual que otros años gentes ataviadas con carritos, lo hacían con refrescos, helados o pasteles.
Y en su avance la playa toma forma de espacio aéreo, con aviones flotantes que en manos de los niños y los no tan niños convierten la arena, en ese lugar como de sueño. Mientras, en los límites, las de mayor envergadura en manos expertas, cogen altura y hacen piruetas.
A Teresa el avión le gusta, le hipnotiza su movimiento y se divierte con el sonido. Con el que hacemos ella y yo, porque el citado avión, lo más que tiene es un carrete de hilo para poder darle altura.
Y en esas de mirar al cielo, a los aviones y a las estelas que rasgan incluso de naranja esos atardeceres del sol cayendo sobre el mar, tengo un recuerdo vivo de mi infancia. De Puerto Rico, al sur de Gran Canaria, y de ese cielo de anochecer, oscuro y estrellado, en el que yo siempre buscaba. No sé si infinitos más allá de mundos y planetas, que ahora nos sirven para dibujar con la punta de los dedos, como se hace con un lápiz sobre esos pasatiempos de unir los puntos.