Porque esta vez conectar hemos conectado y muy bien, con el lado más destroyer. De ahí que esta semana lleve por título el lugar del marsupial dasiuromorfo, que tan amablemente nos dio a conocer la Warner. Pero conste que si lo cito no es por su primer apelativo, sino por esa asociación que todos hacemos del revoltoso personaje con su afán destructor.
Y cito "hoy estamos un poco tristes con Teresa porque mientras leíamos cuentos en clase, se ha enfadado con un amigo y ha roto las hojas del cuento a trocitos". Esta fue la nota que el martes traía Teresa en su agenda escolar, con un smily tristón como fin de la cita.
Mi cara de asombro era justificable por ser la vez primera, y porque ahora estaba en esa situación de tener que enseñarle que si algo no nos gusta no debemos estropearlo, y que si nos enfadamos no es una opción romper lo que tengamos entre manos.
Leti, su profe, le explicó, y para hacerle entender la llevó al rincón de pensar, un lugar en el que nunca antes había tenido que estar. Mientras, en casa yo le preguntaba a cerca de lo que había pasado, y ella a su manera, me lo contaba acompañado de un gesto triste y un "máh no".
Pero como no hay una sin dos, ni dos sin tres. Pues eso, que al cuento le vino a hacer compañía el CD de Nemo, y mi M.A.C Glaze, que acabó extendido por su cara y parte el sofá. Lo de Nemo le llegó al alma, porque no poder ver a su pez payaso surcando los mares de aventura en aventura, es mucho drama. Y por ahí llegó más la comprensión.
De todas formas creo que al margen del enfado inicial, que dio forma de confeti a las páginas de un libro, lo demás deviene de la pura curiosidad, del ímpetu, y de ese querer hacer y querer saber que expresan las manos de una niña de dos años.
Como medida hemos repuesto el libro, bajo los mensajes de responsabilidad de los que seguro ella aún sólo se hace cargo en parte. Nemo y mi pintalabios no han corrido la misma suerte, pero es que para eso lo mejor será hacerle entender que la inmediatez no es un medio y sí el tiempo y las buenas conductas.