Muchas veces somos capaces de mirar una flor, y ver la belleza que hay en ella, sus formas, su tacto, sus colores, su olor, etc. todo en ella rezuma belleza, delicadeza. ¿Cuándo has mirado a la persona que tienes a tu lado y has visto en ella la belleza de un jardín entero? ¿Cuándo te has mirado a ti y te has percibido como una flor?
Somos absolutamente bellos, tenemos características que nos hacen únicos, que tienen una luz muy especial.
Hoy te invito a que te abraces, a que abraces a todas las personas que tienes a tu alrededor, a que te des un paseo y hables contigo mismo, a que hables con las personas que ya no tienes cerca, y por supuesto, que te sientes a tomar un té o café y disfrutes de una tertulia con las personas que quieres y que tienes el privilegio de disfrutar. Como cuando un niño entra en un precioso jardín y se recrea gozando de la plenitud que hay allí, toma conciencia del jardín en el que transcurre tu vida, percibe su olor, su tacto, su delicadeza, y como si cada persona, cada relación fuera una flor, disfrútala.