Creo que no es preciso desgranar los beneficios de ser amable con las demás personas, y por supuesto con uno mismo. Ahora bien, creo que no siempre nos hemos parado a pensar en los beneficios de ser más amable de lo habitual. De ir un paso más allá en lo que respecta a la amabilidad.
Estaremos de acuerdo en que daño no hace, ¿verdad? Por lo que si no hace daño, es que algún provecho podremos obtener. El primero es para nosotros mismos, ya que el pensar de forma amable, y expresarlo verbal o no verbalmente, lo que genera en nosotros es una sincera sonrisa, que seguro es interior, y en muchas ocasiones, incluso también se refleja en nuestro rostro.
Por otro lado, en la otra persona, la receptora de tu amabilidad, se producirá también una sensación de agradecimiento, e incluso tal vez exteriorice igualmente la sonrisa interior. Esto hace más probable que esta persona en periodo breve de tiempo (o no tan breve), se sienta en la necesidad o deseo de ser amable contigo o con alguien, por lo que la cadena de amabilidad se extienderá mucho más allá de tu acto.
En muchas ocasiones, la amabilidad es un acto sencillo de dar las gracias, pero no de forma automática, sino con total presencia de estar agradeciendo algo. De dar los buenos días, sintiendo realmente un deseo que esa persona tenga una buena mañana. La amabilidad en la mayor parte de los casos, son pequeños gestos realizados con gran presencia y conciencia, no automatizados, en los que se genera una emoción que normalmente es transferida a la otra persona.
El objetivo de la amabilidad es regalar, no intercambiar. Por que si fuera por esta segunda intención, entonces la emoción generada no sería realmente de amabilidad, sino de interés. Y esa es otra cuestión totalmente distinta.
¿Hacemos de este mundo un lugar más amable, comenzando con nosotros mismos?