Este es un clásico dicho popular que cuanto menos es curioso, porque en su versión original dice: Haz lo que yo digo, no lo que yo hago. Y sin embargo, se realiza esa afirmación porque la otra parte precisamente, hace lo que nos ve hacer a nosotros, no lo que nosotros le estamos diciendo que haga. Y esto es aplicable en el entorno personal y profesional.
Sobre cómo influir en otras personas, se ha escrito muchísimo, también hay cientos de miles de horas de vídeo y audio al respecto, hay cursos, incluso hay películas que de forma cómica y no tan cómica muestran cómo se influye en otras personas para lograr tus propios propósitos, pero al final, si te paras a analizar toda esta información, te das cuenta que por supuesto son métodos que funcionan, y que para cuestiones concretas y puntuales, incluso tienen una efectividad realmente brillante. Ahora bien, como algo que poder ejercer de forma continuada en el tiempo es muy cansado, tienes que estar atento a cientos de factores, y antes o después se te escapa alguno que lleva todo el esfuerzo al traste. Pero no hay que desesperarse, porque hay una forma mucho más sencilla y sobre todo, menos agotadora, de poder influir sobre otras personas.
Todo líder ha de ser influyente para mínimo su equipo, y deseablemente sus clientes. Toda madre o padre de familia son o deberían de ser líderes de sus hijos. ¿Esto qué significa? quiere decir que tanto empleados, clientes como hijos, deseen hacer por voluntad propia, no coacción o miedo, lo que a través de la influencia de estas personas, se les está pidiendo o se espera de ellos. Aquí como seguro que ya imaginas, la clave está en la parte de "voluntad propia". Tienen que desear hacerlo, tienen que querer hacerlo. Esa es la verdadera influencia, y aún diría más, tiempo después, han de sentirse orgullosos de haberlo realizado, esa es la influencia que realmente logra resultados, porque facilita que estos se mantengan en el tiempo y con seguridad crezcan también con la repetición de las acciones.
Para lograr tal nivel de efectividad, primero tú has de hacer, eso que esperas que los demás realicen. Tú has de ser el ejemplo de lo que estás predicando. No puedes pedir a tus hijos que respeten el semáforo, si no lo respetas tú, no lograrás que tus empleados lleguen puntuales a la reunión, si tú no llegas puntual, no puedes pedir que los demás se responsabilicen de sus errores, si tú eres el primero que no te responsabilizas. Uno de los comportamientos posiblemente más innatos en el ser humano, es el de imitar a nuestros congéneres, por lo que sin esfuerzo, si tú te conviertes en lo que ellos quieren llegar a ser, de forma más inconsciente que consciente, comenzarán a imitarte, y sin tener que pedir ciertas cosas, la magia se producirá y ellos comenzarán a modificar su comportamiento, debido a la influencia que tu persona ejerce sobre ellos.
Más habitualmente de lo que imaginamos, las personas desean superarse a si mismas, desean llegar más lejos de lo que ya han llegado. Conviértete en un modelo del que ellos puedan aprender, no tendrás que enseñar nada, solo mostrar cómo lo haces, y ellos moldearán sin darse cuenta tus comportamientos, y esto hará que tu nivel de influencia aumente con el tiempo, ya que su moldeado les traerá eso que desean, y no hay mejor motivación que lograr los resultados que esperas.