¿Cuántas veces decimos las cosas tal y como las pensamos? ¿Cuántas veces además, no obtenemos el resultado que deseamos en las otras personas? ¿Cuántas veces no medimos si esta es la mejor forma de expresar lo que queremos decir? Muchas, muchas veces, más de las deseables. Pero lo bueno es que no tiene porque seguir siendo así, con un poco de atención y esfuerzo podemos lograr mejores resultados en nuestra comunicación.
Lo primero sería plantearse ¿Para qué queremos decir lo que vamos a decir? ¿Cuál es el objetivo? ¿Qué reacción esperamos de la otra persona? o ¿Solo lo hacemos para desahogarnos? porque aunque sea para desahogarnos, tendrá una posible reacción en la otra persona, y por el mismo esfuerzo podemos lograr mucho más.
Distintos estudios psicológicos han demostrado la eficacia de la comunicación positiva frente a la negativa, para que la otra persona realice alguna acción. En este sentido muchos años antes de estos estudios, William Shakespeare lo expresó con mucha claridad: sea lo que fuere que pienses, creo que es mejor decirlo con buenas palabras. Y así es, porque no solo lograras que la otra persona te preste más atención que si lo dices con malas palabras, sino que además, estará más propensa a escuchar activamente y tener en cuenta tu mensaje. A nadie nos agrada que nos hablen mal, piensa en ti ¿Te gusta que te hablen con palabras “malas” o “mal sonantes”? o ¿Prefieres que se te digan las cosas con buenas palabras?
Es inevitable, es algo que va más allá del consciente incluso. A un nivel más profundo nuestro cerebro, más concretamente nuestro cerebro primitivo o reptiliano, esta adiestrado para evitar a toda cosa el dolor y facilitarnos el placer. Y aunque en un nivel infinitesimalmente menor que pincharnos con una aguja, las palabras negativas nos producen molestia, por lo que nuestra tendencia innata será la de evitarlas.
Lógicamente el concepto de bueno y malo es muy personal, por lo que es importante adaptar nuestro mensaje al interlocutor al que nos dirigimos, aunque en términos generales, todos sabemos qué forma sería más adecuada y cuál sería menos, sin entrar en matices, aun incluso a grandes rasgos.
Y por supuesto, nunca olvides a esta persona con la que no dejas de hablar nunca, tu mismo. Háblate con cariño, háblate con buenas palabras, al fin y al cavo, eres quién más mereces mimarte.