Muchas veces postergamos hacer algo por miedo al resultado o por posponer pasar un mal rato, puede ser una llamada telefónica, hacer una tarea, o cualquier otra cosa, en la que pensemos, que el dolor que nos va a producir es mayor que el dolor de dejarla para otro momento. Aunque realmente no es así.
Si nos paramos a pensarlo detenidamente, nos daremos cuenta que aunque parezca tan solo una molestia, cada vez que nos pasa por la cabeza el pensamiento de que tenemos esto pendiente, en una pequeña proporción tal vez, la emoción que nos invade es desagradable, y esto ocurre una y otra vez hasta que lo resolvemos. Además, con el paso del tiempo y las repeticiones de estas emociones, incluso puede hacerse más grande y dolorosa esa sensación negativa de lo que ocurrirá cuando afrontemos lo que tenemos que hacer. Y luego, en muchos casos, es algo que ni es para tanto el sufrimiento, ni dura tanto la acción, tal vez en menos de 30 minutos podamos resolverlo y dejar de tener una fuga de energía por tenerlo pendiente y el miedo que pueda suponernos afrontarlo.
Esas fugas de energía son muy importantes, porque aunque son pequeñas, van sumando y al final pueden llegar a minar la energía que tenemos y necesitamos para poder hacer lo que tenemos que hacer en nuestro día a día, y que nos traerá los resultados que deseamos y necesitamos. Es como si siguiéramos andando un largo camino de metros y kilómetros incluso, molestos con la china que se nos metió en el zapato en un momento dado, por la incomodidad que puede suponer pararnos y quitarla. En realidad, solo con dedicar un mínimo tiempo a la piedra en el zapato, nos permitirá disfrutar más del camino, e incluso avanzar más rápido y recuperar ese tiempo invertido en resolver lo que nos molestaba, y como muchas veces suele ocurrir, la piedra parecía más grande por la sensación que por el tamaño real de la misma.