Muchas veces dudamos, es normal teniendo en cuenta que en verdad tomamos muchísimas más decisiones de las que tenemos conciencia, desde qué ropa me pongo, qué hora me despierto para que me de tiempo, cuánto desayuno, qué camino elijo para llegar mejor, y así un sin fin de decisiones, muchas de ellas imperceptibles ya que las hacemos con tal hábito y velocidad que no nos detenemos a pensarlas ni un momento, casi son reacciones más que decisiones.
Y por otro lado, hay decisiones que si son poco frecuentes, y que nos paramos a sopesar distintas opciones, qué ganamos, qué perdemos, cuál es la mejor o la peor, qué consecuencias conlleva una decisión o la otra, etc. y es en estos momentos cuando es importante elegir bien a esos consejeros que muchas veces tenemos alrededor, bien por propia elección o bien por que las circunstancias los han puesto ahí (familia, compañeros de trabajo, etc.).
Valoremos además de tomar la decisión más adecuada el tiempo de reacción. Es importante acertar, y a veces es más importante incluso ponerse en movimiento. Muchas decisiones incluso podremos cambiarlas sobre la marcha, no son todo o nada en la mayor parte de los casos, y sin embargo en ocasiones tardamos mucho en tomar una decisión y no nos damos cuenta del desgaste emocional y de energía que conlleva el mantenernos en la indecisión.
Tan malo es dudar de todo como no dudar de nada, un método muy eficaz y sencillo es darse un plazo, hasta entonces reunir toda la información posible para poder valorar qué decisión tomar, y una vez reunida y analizada la información, tomar la decisión que se estime más adecuada, ver opciones de planes alternativos si las cosas no salen como nos gustaría y comenzar a avanzar.
¿Qué decisión vas a tomar esta semana que llevas posponiendo ya demasiado tiempo?