En muchas ocasiones esperamos el respeto de los demás, pero no nos planteamos antes, si en verdad nosotros respetamos a estas mismas personas. El respeto bien puede decirse que no es una emoción, pero sí que es una forma de sentir hacia alguien o algo, por lo que uno de los principales pilares del mismo, son los sentimientos, pero no es el único.
Cómo comunicamos ese respeto, es un pilar fundamental, ya que es lo que muestra o demuestra ese sentir.
Por comunicación por supuesto que me refiero al lenguaje, pero no únicamente, también aquello que decimos sin palabras es muestra de respeto, la entonación, el ceder un asiento, abrir una puerta además de cortesía o galantería, puede ser respeto. Hay muchas formas de comunicarse que están en nuestras actuaciones.
A todos nos es mucho más fácil respetar a alguien que sentimos que nos respeta, que a alguien de quién más bien sentimos al contrario. Es inconsciente, pero nuestro comportamiento tiende a ser éste. Por lo que tenemos la capacidad de influir en un cambio de comportamiento en la otra persona, cuando comenzamos por respetarla primero (he dicho influir, ni manipular, ni obligar, influir no nos garantiza el resultado, pero sí lo hace más probable).
En este sentido, hemos de poner mayor atención en la forma en la que nos dirigimos a ella, en tener más conciencia de por qué sentimos respeto por ella, cuáles son los atributos o cuestiones que nos hacen verla así. Tenemos que tener en cuenta que lo que creemos y lo que nos contamos a nosotros mismos, de un modo u otro se termina reflejando en nuestro comportamiento, no solo físico, sino también verbal. Por lo que la clave, está en primer lugar en ir a la fuente, nuestros pensamientos, y desde ahí nos será más fácil modificar nuestro comportamiento hacia esa persona.
Esto por supuesto no solo es aplicable a los adultos, también a los niños, aprenderán a respetar cuando se les respeta por igual, no olvidemos que todos, y ellos si acaso aún más, aprendemos por imitación de comportamientos.