The Sunday Tale

Verano

Tiempo de huír para volver renovados...

Despertarse despacio un domingo era de siempre un placer para ella, pero hacerlo además sabiendo que los rayos del sol que se colaban por su ventana eran los del primer domingo del verano, convertía aquel placer en puro deleite. Y es que el verano llegaba siempre lleno de posibilidades, casi todas unidas a una maleta o dos.

Las huídas, ya fuesen hacia delalante, hacia atrás o hacia ninguna parte, nunca habían sido una opción bien vista por su parte pero esa norma no escrita tan suya, la de afrontar y enfrentar lo que fuera o fuese y nunca huir, se refugiaba del calor del verano al fondo del armario, hacía su particular hivernación y le permitía a ella huir de todo y de todos tan lejos como le fuese posible.

Claro que el mundo era un destino infinito y había que definir lugares; esa parte del verano, la buscar y buscar hasta dar con el recóndito lugar al que huir sin mirar atrás y con la intención de no volver, para regresar un tiempo después incluso con ganas de volver a casa, era tan degustable y sabrosa como el viaje en sí mismo... Se preparó un café, y comenzó su búsqueda.

Maldivas estaba siempre entre las opciones a tener en cuenta, aquel mar y aquel tiempo la seducían sin remedio; claro que le habían hablado de un lugar mucho más cercano que resultaba la mar de tentador por sus vistas y sus atardeceres, estaba en Isquia, en Italia; como era verano y su tendencia a la lejanía y lo recóndito crecía por momentos, no descartó en modo alguno la Polineisa francesa, mucho menos cuando supo de la isla de Marlon Brando; por otro lado era cierto que Brasil estaba de moda y a ver quién no se rendía al ritmo de Río... Sabía también que Dubai era un destino de escándalo pero seguía a vueltas con un viaje muy distinto en aquella ocasión...

Se enamoró de aquel barco en cuanto lo vió, pensó que lo olvidaría, que pasados los días y las semanas y llegadas las ganas, hasta el puro ansia, de mar y de tiempo para sí misma, no sería aquella proa rumbo al futuro la imagen recurrente en su cabeza, pero así era y puestos a haber mantenido aquel deseo de navegar vivo en su mente durante tantas semanas, no pudo menos que pensar que era quizá el momento de reservar pasaje para navegar el Índico en aque velero tan particular... si es que había carmarotes libres.

Cuando él la llamó hilando palabras por aquí y por allá, tratando de hacer magia, con muy poco éxito, para que ella no se percatara del motivo último de su llamada, la reserva estaba ya cursada y pendiente de confirmación. Fue una conversación caótica en la que el uno quería preguntar sin preguntar y la otra anticipar respuestas para evitar la pregunta que él no se atrevía a formular... así que, con la intención de zanjar el asunto de modo rápido e indoloro, confesó únicamente que tenía sus vacaciones organizadas ya.

Él no insistió y a punto estaba de despedirse cuando ella, por cortesía, le preguntó acerca de sus planes, él le habló de un barco antiguo que navegaba por el Índico... el silencio se adueñó de la línea que los unía, él pensando que aquel era en realidad un viaje para dos que tendría que hacer solo y ella tratando de explicarse si sería la casualidad o el destino...

Salir de la versión móvil