'Todo el mundo tiene talento, es sólo cuestión de moverse hasta descubrirlo'.*
Aquella era una de las frases que rondaban por su libreta tras haber acabado escrita en el margen de una hoja un día de poca fe y de pocos sueños, del ánimo justo y de todas las ganas de recuperar su tan menguada confianza en sí misma y en la vida.
¿Y para qué?
Aquella era la pregunta terrible, la que se sentía siempre como una pedrada en el centro de los sueños, unos sueños lastrados ya con tantas piedras que apenas podían moverse, tan atenazados y asfixiados que se presentaban vestidos de sueños imposibles.
Hola, buenos días, soy lo que siempre quisiste ser y no serás jamás.
Y tras aquella sensación terrible con tan amargo sabor a certeza, la desilusión y la desgana, la apatía, el aburrimiento y la pereza amenazaban con imponer su reinado, que no era otro que el imperio del mal, por siempre jamás; era algo así como el triunfo del anticuento sobre el cuento porque, dado que la realidad no existe, dado que no surge por combustión espontánea sino que se construye en base a miles de parámetros entre los que están lo que hacemos todos y cada uno de nosotros, el futuro, rendido a las ideas del anticuento, no tendría final feliz.
Saltó entonces la triste noticia, Zaha Hadid se despedía del mundo...
65 años eran a todas luces escasos, escuetos, breves, muy pocos para un talento personal y profesional como el de esta espectacular arquitecta y diseñadora que era iraquí e inglesa, que era musulmana y mujer y que fue, es y será para siempre la primera mujer en recibir el premio de arquitectura más importante del mundo, el Pritzker, ella, iraquí, mujer... Ella no se rindió a los anticuentos y, como los cuentos de hadas tampoco servían a su talento y a sus ganas de desarrollarlo, escribió sus propios cuentos, uno por cada producto, por cada edificio, por cada uno de sus trabajos.
¿Y para qué? me preguntas... para moverme y encontrarme, para ser como ella.
Y por si recordar a una mujer magnífica no fuese suficiente para remover su angustia y ponerla en marcha, allí estaba Javier Fernández sobre el hielo, 12 puntos abajo por una inoportuna caída en su programa corto y dispuesto a pelear hasta el último salto aquel campeonato... Él tampoco se rindió a lo que los anticuentos le decían y desde luego tampoco le servía un cuento de príncipes azules o gatos con botas para tocar el oro; pero sabía que su esfuerzo y su tesón, su trabajo serio y constante y su profundo empeño podrían servir. Y sirvieron.
¿Dónde están Zaha Hadid y Javier Fernández?
No están en prime time y apenas en las noticias, él logró robar un minuto al fútbol con su segundo título de campeón del mundo y tras los cuatro como campeón de Europa, ella ni tan siquiera eso con el aval de todas sus obras realizadas y las diseñadas que tal vez, algún día, hagan otros. Y si ellos faltan, falta talento porque si su tesón y su esfuerzo, su sacrificio y el modo en que rompieron barreras haciendo lo que nadie había hecho antes que ellos, lo que nadie puede hoy hacer del modo y manera que ellos lo han hecho, si nada de eso es suficiente... es porque falta talento, falta porque faltan ellos... y porque apenas nadie parece darse cuenta, porque a nadie parece importarle.
Una sociedad a la que no le importa el talento es una sociedad de futuro incierto... y feo.
Claro que entonces ya no había lugar a la pereza, tampoco al desaliento porque todavía quedaban cuentos nuevos por contar con los que plantar cara y letra a tanto anticuento...
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*Frase de George Lucas.