Sabía que el frío más intenso estaba todavía por llegar, que la primavera no iría más allá de las campañas de moda, al menos, hasta llegar al mes de abril pero su mente, ajena a la climatología, divagaba intensamente hacia la estación cálida y colorida.
Sonrió mientras se preparaba un café largo al descubrir nuevamente como la vida parecía repetir escenario año tras año y ahí estaba ella, como un año atrás, con la mente puesta ya en la estación bella y el frío instalado en la piel.
Abandonó a Muñoz Molina sobre la mesa pequeña del salón para retomarlo más tarde, en su tiempo de ocio, e inició una jornada dominical de intenso trabajo porque importaba poco lo que dijera el calendario, había demasiado pendiente como para hacer festivo aquel domingo. Y como sabía que la pasión podía llegar a tener tintes de traición, apuntó en un pequeño trozo de papel lo que leyera de Gracián hacia unos días: Son los ímpetus de las pasiones deslizadores de la cordura, y allí es el riesgo de perderse.
Dejó la nota cerca de modo que puediera ser, de algún modo, su guía, su anclaje al suelo mientras dejaba que la pasión fuese la fuerza motriz de su vida porque, por primera vez en su vida, disentía de Susana Tamaro... no, se dijo, no Susana no... no es donde el corazón te lleve, es donde la pasión te lleve.
Porque... ¿qué hacer si no es aquello que te reporte el placer más intenso? ¿qué sino aquello que te alejaba de todos los sentimientos oscuros, del más profundo de los tedios y de la crudeza de la vida? había más, lo sabía bien, pero si en el todo resultante la pasión se veía satisfecha la vida tendía a teñirse en paleta de rosas mientras que, de no ser así, el azul más profundo la envolvía y la ahogaba como si del mismísimo océano se tratara.
Sonrió de nuevo, esta vez con cierta incredulidad, al recordar el incontable número de veces que le reprochara a él su tendencia a dejarse llevar por las pasiones cuando era ahora ella quien defendía esa postura como si de una necesidad vital se tratara... recordó de nuevo a Gracián y al riesgo de perderse y centró la atención en lo suyo para evitar tal desatino dando a la pasión su justa rienda suelta.