The Sunday Tale

Piel

Sintió el placer infinito que le provocaba el calor del sol sobre su piel todavía mojada sin tan siquiera imaginar lo que estaba a punto de ocurrir...

No pasó mucho tiempo antes de que tomara de nuevo el bote de crema entre sus manos y, de modo lento y parsimoniso, con cierta pereza y mucho gusto, acariciara su piel con el ánimo de protegerla del lado oscuro del sol, todo ello para disfrutar de un nuevo baño en el mar y del placer de sentir el calor del sol sobre su piel todavía mojada...

Solía mimar su piel porque sentía la vida en ella y, de no hacerlo, podría incluso doler; todas las emociones que campaban a sus anchas por su cabeza y su corazón tenían un reflejo en su piel, una piel que le marcaba la temperatura de sus sentimientos y, al tiempo, recogía las sensaciones circundantes y daba más argumentos a su emoción, la alimentaban.

Aquella tarde sentía cierta tensión en su piel, le sorprendía que fuese así porque había huído de su vida por unos días, que era algo así como parar su mundo y bajarse de él por un rato, y cuando hacía esto lo único que hallaba era paz porque nada ni nadie podía hallarla a ella; pero en aquella ocasión algo era diferente, sabía leerse en su piel y no le cabía duda de que en aquellos días no sería la paz su compañera...

Volvió al mar, a su sol y a sus caricias encremadas como si de un ritual se tratara y continuó sintiendo tensión en su piel; la playa se fue vaciando pero ella no se movió más que para acercarse y alejarse del mar, no recogió sus cosas ni abandonó la arena sin que antes lo hiciera el sol hundiéndose en el fondo del mar, a lo lejos, en el horizonte.

Caminó entonces por el paseo que bordeaba la playa casi arrastrando los pies hacia su hotel, llevó sus ojos al suelo para descubrir que le gustaría renovar sus sandalias y probablemente hacerse también con un biquini nuevo... mientras convertía estos pensamientos en planes para la mañana del día siguiente, levantó de nuevo la vista y la paseó por las tiendas y cafés que bordeaban el paseo como éste hacía con la playa... pero de repente la tensión en su piel se elevó hasta hacerse casi insoportable sólo que ahora sí supo el por qué.

Los culpables fueron unos ojos verdes muy claros, casi azules, aguamarina... se cruzaron con los suyos un instante que le pareció un mundo y luego se alejaron, no sabía quién era el dueño de aquella mirada intensa y bella pero la sintió en su espalda mientras seguía caminando hacia su hotel.

Intentó borrar el efecto de aquellos ojos desconocidos con una ducha cálida pero no surtió efecto alguno y, aunque su plan para aquella noche consistía en cenar en la terraza de su habitación y sumergirse en las páginas de un libro, acabó subiéndose a sus tacones nude y pintándose los labios rojos, no sabía por qué lo hacía, sólo porque lo sentía en su piel... pero eso no evitó que se sintiera absurda en el ascensor camino del hall del hotel... hasta que las puertas se abrieron y lo primero que vio al elevar la vista de sus nude hacia delante fueron aquellos ojos verdes, casi azules y desconocidos... lo suyo era una cuestión de piel.

 

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