The Sunday Tale

Ipanema

Había elegido Brasil como destino y no había sido una elección casual, era el eco de un sueño de niña y de una garota de Ipanema... de aquella dulce melodía, de la bossa nova, de Río, Sao Paulo, Salvador de Bahía, Iguazú... Brasil.

Cerró los ojos mientras el avión comenzaba a perder altura, apenas podía creerlo pero estaba a punto de aterrizar en Río, era la ciudad de sus sueños desde niña y, a pesar de haberle dado alguna que otra vuelta al mundo en los años que contaba, jamás había hecho escala en ella, nunca, hasta entonces.

Hacía meses que la idea rondaba por su cabeza, cada noticia de Brasil y de Río despertaban en ella la melodía de A Garota de Ipanema, sólo la melodía porque durante años pensó que era eso, sólo una melodía... y es que La Chica de Ipanema -A Garota de Ipanema- era uno de los temas instrumentales de un viejo vinilo de los pocos que conservaba su madre en mueble del no menos viejo tocadiscos.

Rondaba la adolescencia cuando descubrió que aquella melodía era más que eso, era toda una canción, una de las más grandes de la bossa nova brasileña y fue entonces cuando se prometió que algún día ella sería, aunque sólo fuese por un rato, la chica de Ipanema. Era, probablemente, un sueño imposible y absurdo pero no más que el que alimentaban entonces sus amigas acerca de Barbies, Kens y otros Príncipes Azules que habitaban los castillos de Orlando.

Su avión aterrizó a primera hora de la mañana en Brasil y, a pesar de las horas de vuelo, del cansancio, del jet lag, del calor, de la locura de Río en sus Olimpiadas... a pesar de todo, lo primero que hizo fue ponerse un bañador y un vestido playero y buscar la calle Vinicious de Moraes...

Había elegido un hotel en primera línea de aquella playa que era para ella una melodía, uno que hacía esquina con la calle que un día fuera Montenegro y hoy respondía al nombre de uno de los autores del tema A Garota de Ipanema -Vinicius de Moraes-; salió a la calle y, en lugar de cruzarla para encontrarse al fin en la playa, giró la esquina e hizo el camino inverso al que cuenta la canción, el que la chica de Ipanema recorría cuando volvía a casa después de una tarde de playa.

Sabía que ese camino la llevaría, tras recorrer sólo una manzana y cruzar tan solo una calle, a un bar conocido ahora en todo Río como A Garota de Ipanema pero que, cuando Tom Jobin y Vinicius de Moraes lo frecuentaba y encontraban en él la inspiración para componer la más bella canción de la bossa nova de Río, era el Bar Veloso...

Entró en el bar y pidió un refresco, miró a su alrededor y a través de sus ventanas, imagió el año 62 y a Jobim y de Moraes atraídos por el sutil contoneo de una chica de 17 años que caminaba hacia la playa... Salió del bar y miró hacia la playa, imaginó como aquella chica pasaba pensando en sus cosas sin saber el revuelo que generaba en el Bar Veloso, caminó, entonces sí, hacia la playa y a los pocos minutos estaba por fin sentada sobre su toalla bajo el sol de Ipanema.

No pudo evitar sonreir pensando en lo absurdo de su sueño y en lo pequeñas que son a veces las cosas que nos hacen felices, había tenido que cruzar el Atlántico, eso sí, pero se sentía feliz pensando en lo que los próximos días le depararían.

A pesar del lío olímpico que tenía tomado el país, no pensaba subir a su vueleo de vuelta sin antes cenar en Río y en Sao Paulo, sin pasar unos días en Salvador de Bahía y sin hacer las pertinentes compras... tenía a Tufi Duek y Jack Vartanian en el punto de mira, éstas entre otras firmas brasileñas... Vería por fin las cataratas de Iguazú y Río desde el Corcovado, se cruzaría el país de punto a punto para regresar a casa con todos sus sentidos repletos de sonidos, aromas, sabores, texturas, e imágenes de Brasil...

Salir de la versión móvil