The Sunday Tale

Ellas

Aquella mañana de domingo, entre el sol y el frío, se fijó en ellas...

Y es que ellas eran las que más se mostraban, las que parecían mayoría en el parque aquella mañana y lo habían sido los días precedentes, a lo largo y ancho de la semana. Claro que decir 'ellas' era acotar poco y decir menos porque en aquel 'ellas' cabían todas, todo un mundo de diversidad en femenino.

Las reinas eran, por supuesto, las más pequeñas con sus vestidos de domingo y sus ganas de juego pero no estaban solas... con ellas estaban todas.

Estaban las más dulces y las más románticas, luciendo ambas la sonrisa del descubrimiento y la ilusión, las unas en su aroma y las otras en sus joyas. Disfrutaban de un paseo frío y cómplice propio de quienes poco tiempo atrás eran las reinas del parque...

A la vuelta del camino se topó de nuevo con la luz y el color, la de una primavera que se instalaba en el bolso e incluso en el atuendo y adelantaba su estreno; no pudo evitar una sonrisa al ver como la impaciencia seguía siendo la dueña y señora de los outfit a los 20.

No faltaban las de los viajes de ensueño, mujeres de su tiempo y su momento de las que viven con la maleta en la puerta por lo que pudiera surgir; almas demandantes de aventura y ruta con un libro en bolso y otro sobre la cómoda, empezados ambos a la par. Eran las mujeres de falso aspecto funcional, tras la sencillez de su atuendo escondían su ser coqueto y elegante.

Y si el bolso de primavera, fuera de tiempo y lugar, le había arrancado una sonrisa, no le regaló menos la vista de un grupo de mujeres de elegancia trasnochada... porque nada hay más fuera de lugar que un look de sábado noche de vuelta a casa el domingo por la mañana. Sí, ellas, las de la noche infinita, también paseaban el parque buscando, probablemente, un atajo de regreso a casa.

Había también mujeres con arte, otras de mirada íntima y las del sensual aroma de encaje de Calais.

Estaban todas, cada una a su vida y a sus cosas, algunas con rostro cansado, otras despejadas y alegres, las divertidas y trinfadoras y también las tristes... pero aun en su diversidad, en todas las que estaban e incluso en las que no, había un ser un sentir común que no se diferenciaba más que un pequeño destello, la chispa de ilusión en la mirada...

La ilusión por lo que se ve y se vive, por lo que se siente y por lo que se sueña, la ilusión por lo que está por venir y por lo que ya ha llegado, por un te quiero y un olvido, por un quizá o un cabe que, por ver amanecer cada día y por sonreír a la mañana... la ilusión que acaba por imponerse e iluminarlo todo o por morir ahogada condenándonos a vivir en un mundo en blanco y negro.

Cuando era ella quien caminaba ya de vuelta a casa se percató de un detalle más... cuanto más luminosa era la chispa en la mirada mayor era también el cansancio reflejado en el rostro. Se sintió entonces menos culpable de sus ojeras y sus despistes y se prometió un toque más de corrector.

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