The Sunday Tale

Domingos sabrosos

Domingos de cocina, delantal, mesa, mantel y amor...

El domingo amanecía revuelto, como sucede a veces con los domingos de otoño, así que optó por no sacar su cuerpo de casa más allá de la panadería y regalarse un día entre fogones; hacía mucho tiempo que no hilaba recetas y la previsión de una visita le dio la excusa perfecta.

Se llevó sus altavoces a la cocina y eligió la banda sonora que su día de cook in de entre tanto The Music como había acumulado a lo largo del tiempo para, a continuación, colocar los ingredientes sobre la mesa.

Prepararía unos champiñones rellenos como aperitivo, salmorejo de primero y de segundo dorada a la sal; el postre sería, sin duda, el pastel de pera que había preparado la noche anterior.

Y mientras cocinaba, vestida muy de homewear, pensaba, y mientras pensaba, cocinaba... y así fue caminando la mañana hasta llegar a mediodía, momento en el que vistió la mesa con sumo cuidado y detalle y preparó también el juego de té y café para dar calor y sabor a una sobremesa que estimaba sería larga...

Sus invitadas, un par de viejas amigas, llegaron a la hora prevista, una elegante hasta el infinito y la otra mucho más casual, así como eran ellas, la sofisticación y la funcionalidad unidas por años de aventuras e historias.

La sobremesa fue, como esperaba, larga y agradable, llena de risas amigas y sueños ajenos, de grandes palabras acerca de su menú que se correspondían con los platos vacíos y de la promesa de repetir pronto un domingo de aquel porte.

Del café a la mesa pasaron al segundo, ya descafeinado, en el sofá y la conversación fue tomando tintes más personales, como si los matices de sabor de cada plato hubiesen relajado sus sentidos hasta el punto de confesar sueños anhelos perdidos. Y es que así, y no de otro modo, tendían a terminar las reuniones de viejas amigas...

Claro que aquella había sido especial por la intimidad del lugar, nada menos que su propia casa, y por lo personal del menú... y si algo confirmó aquel día fue la certeza de que, cuando se cocina con amor, los sabores ganaban matices nuevos que no podrían nunca darle un ingrediente más o menos o un punto más o menos de fuego.

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