Había olvidado por completo la existencia de aquél baúl, era pequeño, poco más grande que una caja de zapatos y contenía decenas de fotos y dibujos de desnudos; desnudos bellos y artísticos que rendían homenaje a la belleza del cuerpo humano... desnudo.
Algunas de aquellas imágenes eran muy antiguas, había incluso fotos de cuadros, allí estaba la maja de Goya en todo su esplendor e incluso las Tres Gracias de Rubens, otros correspondían a campañas de lencería firmadas por genios creativos que sabían hacer de la moda, arte.
Había recopilado aquellos recortes durante años a modo de terapia frente a sus complejos; todo comenzara de la forma más tonta, con un ¿qué es lo más bello que hay en el mundo? que le preguntara su padre. Recordaba vagamente haber enumerado todas las cosas bellas que se le ocurrían, desde el chocolate hasta el mar pasando por sus pinturas de colores y sus cuentos favoritos, la playa, los relojes de cuco, las figuritas de papel, los gatos y los peces de colores pero su padre no hacía más que movimientos negativos con la cabeza.
¡Tú! fue la sonora respuesta que le dio su padre entre risas, harto ya escuchar aquella loca enumeración de cosas bellas que estaban muy lejos de ser lo más bello que tenía ante sus ojos.
Cuando la terrible adolescencia, con el pack completo de inquitudes, miedos, dudas, vergüenzas y complejos, llegó a su vida, recordó aquella conversación y comenzó a recopilar imágenes de desnudos, recordándose así que lo más bello del mundo es el ser humano y que la belleza es relativa, lo que era bello para Rubens no lo era para Helmut Newton... o tal vez sí.
Vació el pequeño baúl y repasó su contenido, había imágenes que ni tan siquiera recordaba haber recortado y otras que evocaban en su memoria el momento en el que fueran a parar a la caja; encontró entonces un papel doblado con un pequeño texto manuscrito con bolígrafo azul. Era su letra. Su letra adolescente.
Por aquel entonces escribía grande y claro, con letras redondeadas y bien terminadas, la universidad había hecho estragos y de aquellos trazos casi perfectos no quedaba más que una letra desmadejada y a medio hacer. Se leyó a través del tiempo recordando que aquel papel fuera lo último que metiera en el baúl antes de guardarlo para siempre y, con el tiempo, olvidarlo.
'El desnudo es lo único que queda cuando ya no hay nada con lo que cubrirse, cuando todo suena mala a excusa y a mentira, cuando el engaño se vuelve transparente y te deja al desnudo, tal cual eres, frente a la realidad del mundo y fuera de la tuya propia que es, en realidad, un invento. Un invento como el de aquel rey al que nadie se atrevía a decir que iba desnudo... pero no por eso dejaba de ir desnudo'.