Estaban sentados en la popa del yate, uno de los que acostumbraban a ver de lejos cuando huían del asfalto en busca de mar, y no dejaba de llamarles la atención aquella visión opuesta a la suya habitual, de mar a tierra frente a de tierra a mar.
La conversación con sus compañeros de travesía era superficial y poco sorprendente, tampoco aspiraban a más ni esperaban menos, cada cual guardaba para sí y para su entorno lo más íntimo, lo más personal y lo más suyo, allí eran sólo compañeros de viaje y mar por una tarde.
-Sois indiscretas incluso cuando intentáis ser discretas- dijo un tipo que resultaba elegante aun en bañador -¿perdón?- interpeló una joven de bikini mínimo con intención máxima -vuestro aspecto, querida- continuó el tipo elegante -vuestro aspecto lo dice todo de vosotras, incluso cuando estáis desnudas-. Ella no estaba del todo deacuerdo con aquella afirmación, sabía bien que era una cuestión de modales y actitud más que del tipo de prenda de vestir pero no estaba dispuesta a enredarse en discusión alguna con la joven provocativa y el hombre maduro y elegante, le parecía un cóctel al que le faltaba el toque de sutileza necesario para alcanzar su punto de buen gusto.
-Verás- seguía hablando el tipo elegante y pagado de sí mismo -podría decirte cómo es cada una de las mujeres que pasean por cubierta sin cruzar media palabra con ellas- él, viendo como el tipo enaltecido se acomodaba junto a la joven tan ingenua como segura de sí misma y de su bello cuerpo, ocultó su sonrisa tras el periódico, de papel, y se guardó todo comentario porque, como le sucediera a ella minutos antes, no estaba dispuesto a intervenir en el aparentemente interesado idilio que se avecinaba.
-...esa es la sofisticada guapa y aquella la altiva elegante...- iba definiendo el tipo en tono chulesco -...a esa de ahí es de las que le gusta, le encanta, que la miren y la que se sienta a su lado está acostumbrada a lucir más cuerpo que bikini, le molesta la parte superior... a la de negro le gusta bailar y a la del abanico... pasearse...-. Ella apenas daba crédito a lo que veía, lo que había comenzado como una discusión casi de género se estaba conviertiendo, como había previsto él desde el principio, en un flirteo en toda regla -y la que se sienta a su lado- le dijo a él a modo de secreto viendo la sonrisa boba y la caída de ojos de la joven que antes le pareciera segura de sí misma y de su cuerpo -es la más tonta- él le devolvió la mirada y el secreto respondiendo en el mismo tono que utilizaba el tipo altivo y elegante -todo bote ha de tener su tonta, querida-.
-¿y yo? ¿qué hay de mi?- dijo entonces la joven ligeramente ruborizada, como queriendo confirmar el título que secretamente acababan de darle...
Así las cosas, optaron por levantarse y alejarse en lo posible de aquel idilio incipiente al que no le daban más duración que la que tuviese la travesía y, anclados como estaban frente a la playa, un baño les pareció la mejor opción.
Ya en el agua ella le advirtió en modo socarrón -cuidado querido, nos miran, ahora deben estar catalogándonos a nosotros- él sonrió... -francamente, querida, me importa un bledo- ciñó entonces su cintura con descaro al tiempo que cerraba su boca con la suya hundiéndose ambos a la vez y a un tiempo y permaneciendo bajo el mar tanto como su ánsia de vida les permitía...
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