A destiempo … así se sentía, y no era una sensación buena, no era de las que abraza uno sin pensarlo sino más bien de las que debió escapar un día de la caja de Pandora o de la de algún pirata malo … Vivía él un largo y cálido invierno mientras pareciera ella disfrutar una breve y fría primavera.
De siempre había sido él un tipo apasionado, de los que se lanzan a la conquista de los sueños para elevar el alma al etéreo y volátil sentir de la felicidad … De hecho, si lo pensaba bien, siempre había vivido a destiempo, aunque había un matiz, una sutil diferencia entre sus destiempos de siempre y el que ahora lo acompañaba … siempre había ido dos o tres pasos por delante del mundo … hoy se sentía dos o tres pasos por detrás de ella.
Y era esa pasión suya, vestida del amor más sincero y profundo, la que lo mantenía ahí, en su destiempo, buscando la ocasión, la forma y manera de ponerse a la par de su vida. Se lo debía a sí mismo y se lo debía a ella, porque largo había sido el tiempo en el que lo había esperado, agazapada en el destiempo sin que él se diera apenas cuenta … Le tocaba ahora a él esperar … dejarla volar sola, acompañarla sólo a ratos … hasta que llegara el día en que levantaran el vuelo juntos y convirtieran su vida en una migración de dos … a tiempo.
Y allí estaba, en Madrid, en el Madrid de ella y sin ella … un afeitado rápido, unas gotas de Rochas y Prada en los pies que lo encaminaban al Hermitage en el Prado; así pensaba pasar el día mientras esperaba en su destiempo la llegada de un vuelo de Barcelona …
Porque en Barcelona estaba ella, un poco a su pesar y también por su gusto, era la doble cara que tienen a veces las relaciones sociales, un tanto de necesidad y otro, o acaso más, de disfrute; iba ya camino de un drunch, con encajes sobre su piel y, bajo ellos, las caricias de rodial; habiéndose terminado a sí misma con el ritual de siempre … Chopard entre sus dedos, unas gotas de perfume y el frasco al bolso …
Toda la angustia, el malestar del destiempo, se diluía según avanzaba la tarde … y, mientras se unía a las gentes del afterwork para saborear sushi aderezándolo con cerveza, se sonreía a sí mismo pensando cómo iba a despertar su envidia y arrancarle una mueca enfurruñada contándole su tarde entre Matisse, Gauguin, Rembrandt, Tizziano … escondiendo tras sus burlas su destiempo, intentando ganar un paso a su distancia.
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