Era el Marqués de Bradomín un señor extravagante. Una especie de donjuán, feo, católico y sentimental. Sobre todo, un ególatra de libro, impío e irrespetuoso. Nada se le pone por delante al personaje a la hora de satisfacer sus apetitos. No sólo sexuales. La religión, los muertos, el ejército, el clero, las monarquías… Pocos estamentos salen indemnes tras pasar por el tamiz satírico de Valle-Inclán. O del de Bradomín.
Aunque el Marqués de Bradomín es un personaje de ficción, hay quien lo ha considerado como el alter ego del autor. Él mismo lo desmiente y reconoce haberse inspirado en el militar español Carlos Calderón y Vasco. Así lo presenta el gallego, como un aventurero romántico, capitán de Lanceros y guardia noble del Papa. Junto a él nos traslada Valle a un tiempo decimonónico, de ilustres barones, duelos nocturnos y cuitas amorosas con damas de diferente condición.
En cuanto a la estructura, el orden original de las Sonatas no coincide con el cronológico ni con el estacional. Fue la de otoño, la primera que se publicó en 1902. La de invierno, la última en ver la luz allá por 1905. Entre ambas las de estío y primavera. Los paisajes gallegos, mexicanos, italianos y navarros se suceden como escenarios respectivos de cada una de ellas y las correspondientes historias de amor del estrafalario marqués.
Tampoco encaja la trama con los cánones actuales de lo políticamente correcto. Ese señor misógino —siempre he creído que la bondad de las mujeres es todavía más efímera que su hermosura— sería hoy despedazado sin piedad por determinados sectores sociales, más propensos a la literalidad que a la literatura. Igualmente objeto de reprobación serían sus conquistas. Lo mismo le vale una dama virtuosa o una joven monja, que una niña violentada por su padre.
Desde el Reino de Cordelia nos llega la primera edición ilustrada (y en un único volumen) de las cuatro novelas cortas que narran las memorias del Marqués de Bradomín. El pintor gallego, Víctor López-Rúa ha sido el encargado de llevar a cabo tan minucioso trabajo. El artista, conservando su estética y su propio universo onírico, se adentra en el esperpento valleinclanesco, lo desmenuza, lo disecciona para luego traducirlo en bellísimas ilustraciones, tan poéticas como la prosa del escritor.
Las “Sonatas” de Valle, dice Luis Alberto de Cuenca en el prólogo, están hechas para ser leídas en voz alta, como la obra oratoria de Cicerón. Tal es la maestría del lenguaje, el lirismo y la belleza de las palabras que componen la tetralogía.
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Sonatas. Memorias del Marqués de Bradomín. Primavera. Estío. Otoño. Invierno. Ramón del Valle-Inclán. Ilustraciones de Víctor López-Rúa. Revisición y prólogo de Luis Alberto de Cuenca. Edita: Reino de Cordelia a partir de la publicada por Ediciones Rivadeneyra, en 1933. ISBN: 978-84-16968-09-1.
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