Anda por el mundo vestido a todo color. Corbata roja, pantalón verde, camisa azul. O todo lo contrario. Pantalón ocre, camisa amarilla, corbata naranja. Lo que siempre le acompaña es una inconfundible gorra, blanca y con visera. O beis. Como una seña de identidad. Claro que a David Hockney, a estas alturas de la vida y el arte, pocas veces debe asaltarle la necesidad de autoafirmarse. Ninguna, me atrevería a asegurar. A sus 79 años sigue disfrutando de la pintura como cuando era un chiquillo. Y de su propio estilo, siempre en contra de todas las tendencias internacionales. Personal y definido, desde aquellos primeros tiempos de formación en la Royal Academy de Londres. Cuando todo tendía al pop, al expresionismo, a la abstracción, el optó por el color, la figuración, el realismo.
Desde muy joven decidió no renunciar a ninguno de sus principios vitales y artísticos. Y los que constituyeron sus primeros imaginarios creativos —desnudos masculinos, retratos de jóvenes atractivos— se intensificaron cuando descubrió el universo hollywoodiense de los setenta. Un mundo maravilloso donde lucía el sol, la gente era amable y los días transcurrían al borde de piscinas infinitas. David Hockney se instaló en Los Ángeles en 1964 y sólo regresaba a los fríos bosques del norte de Inglaterra para ver a su madre. Una de sus musas femeninas. Pero también amaba el clima californiano. Tanto como el estilo de vida glamuroso y sexy que se derrama por sus calles para plasmarlo a través de una pintura colorista, vital, alegre, intensa. También experimenta con diversas técnicas —óleo, acuarela, acrílico, collage— y géneros, prefiriendo el retrato al paisaje, sin abandonar jamás el medio natural.
Sin embargo, el cronista de la vida californiana regresa al paisaje bien entrado el siglo XXI. Al suyo, al que le vio nacer y crecer, el condado de Yorkshire. Ocurre hace cinco años. Una estancia temporal con el fin de dibujar una de las mayores exposiciones dedicadas al artista en España. Y fue el Guggenheim Bilbao el lugar elegido para mostrar al mundo sus últimas inquietudes. Una nueva etapa en la que disecciona el entorno, a veces directamente del natural, otras desde su imaginación. Como los impresionistas, Hockney captura el mismo entorno en diferentes momentos del día, en distintas estaciones. De enero a junio, representa los cambios naturales, lo que va sucediendo, la teatralidad de la luz, de la quietud invierno al estallido primaveral. Azules, rosas y verdes, naranjas, amarillos… La viveza artística de David Hockney refleja su extraordinaria percepción del entorno natural.
La editorial Taschen rinde homenaje al artista vivo más influyente del panorama actual con A Bigger Book. Una monografía espectacular en tamaño SUMO (50 x 70 cm) que el propio artista lo presentó en la última Feria del Libro de Fráncfort. Nunca antes la obra de Hockney había sido publicada a una escala tan asombrosa y envolvente. Más de 500 páginas recorren toda una vida de pintura. Desde los primeros cuadros en la Bradford School of Art cuando era un adolescente, hasta las recientes grandes series de retratos, dibujos hechos con iPads y paisajes de Yorkshire. Las obras seleccionadas reflejan su valoración personal sobre su trabajo y conforman el compendio definitivo para los amantes del arte de todo el mundo. Acompañan a estas grandes pinturas dibujos, fotocomposiciones, collages, diseños de escenarios, videomosaicos… Toda una tesis visual sobre el arte de mirar y reproducir en cualquier clase de soporte.
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David Hockney. A Bigger Book
Tapa dura, 50 x 70 cm, 498 páginas, 13 páginas desplegables, con un atril ajustable, diseñado por Marc Newson, y un volumen cronológico ilustrado de 680 páginas.
€ 2.000. Disponibilidad: noviembre 2016
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