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3 libros para descubrir a Svetlana Alexiévich

La obra de Svetlana Alexiévich es la perfecta simbiosis entre periodismo documental y realidad metafísica en forma de monólogo o relato coral.

La última galardonada con el Nobel de Literatura, la bielorrusa Svetlana Alexiévich, levanta su obra sobre un pilar hoy inexistente, la antigua URSS, y una verdad escalofriante, el drama, los silencios, la realidad del régimen soviético durante más de setenta años. Un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo, dictamina la Academia sueca. Una crítica social durísima que incluye también el dolor de Chernóbil, la guerra de Afganistán, incluso problemas actuales como la crisis ucraniana o las ínfulas imperialistas de Vladimir Putin.

Pero su obra, una perfecta simbiosis entre periodismo documental y realidad metafísica en forma de monólogo o relato coral, es a la vez un canto al pueblo ruso, al hombre rojo, al hombre soviético, también al postsoviético. Que es el mismo de siempre, el que sigue existiendo en cualquier parte del territorio de la antigua URSS. Él soy yo, yo y mis conocidos, amigos, padres (…) Ahora vivimos en distintos Estados, hablamos en distintas lenguas, pero no nos puedes confundir con nadie. Nos reconocerás enseguida. Somos las personas del socialismo, iguales y diferentes del resto de la gente, escribe Svetlana Alexiévich en El fin del homo sovieticus. El último libro de la Nobel bielorrusa que narra a través de centenares de entrevistas y testimonios personales el derrumbe de toda una época, de una ideología, de un espíritu arcaico y reaccionario que todavía pervive. Un réquiem por el régimen desaparecido, al tiempo que una denuncia contra estalinismo que extiende a los planteamientos imperialistas de la Rusia actual.

Svetlana Alexiévich saltó a la palestra en 1983 con La guerra no tiene rostro de mujer. Una obra estremecedora sobre el millón de mujeres que combatió en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial y que jamás aparecieron —nunca aparecen— en los libros de Historia. Una crónica de francotiradoras, conductoras de tanques, voluntarias, camilleras, enfermeras, médicos en hospitales de campaña… Una historia de relatos orales que deja fluir las voces de esas cientos de mujeres que narran la guerra desde el frente; que habla de suciedad y frío, hambre y miseria, violencia de toda clase (también sexual), de miedo y desolación. Y de sentimientos, pero no de heroísmo. Y, claro, desprestigiar la tan soviética “Guerra Patriótica” revolvió a los censores de la época. Aunque salvado el escollo de la censura tras las reformas de la perestroika, la obra vio al fin la luz con algún que otro recorte subsanado en ediciones posteriores.

No se lleven a engaño. Si nos ceñimos a un concepto riguroso de “literatura” (ficción, poesía, dramatismo novelado), el trabajo de Alexiévich no tiene nada de literario. Su obra se aleja por completo de la novela y el entretenimiento. Pero también difiere del periodismo en sentido estricto. Cierto que la escritora construye su personal lenguaje artístico a partir del testimonio, de la pregunta, de la entrevista y la investigación, pero lo reviste de sentimientos, de una humanidad tan extraordinaria que sublima las raíces del pensamiento periodístico. Un estilo personal que se percibe sin fisuras en Voces de Chernóbil, el segundo de sus libros. Un relato de relatos estremecedor sobre las consecuencias de la catástrofe nuclear que asoló la pequeña ciudad ucraniana en abril del 86. Y también sobre los silencios, tan destructivos como el propio desastre. Tal como recalca la autora, este no es un libro sobre Chernóbil, sino sobre sus consecuencias —las pasadas y las futuras—, sobre personas a las que les tocó vivir una nueva realidad que todavía existe pero que aún no se ha comprendido.

 

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