Sergio Ramírez.
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Tres libros para descifrar a Sergio Ramírez

Sergio Ramírez es el primer autor nicaragüense (y centroamericano) en recibir el Premio Cervantes, que dedicó a la memoria de sus compatriotas.

Es nicaragüense, periodista, escritor y el último Premio Cervantes. Un galardón que recibió el pasado lunes con semblante serio, por su capacidad de reflejar “la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte”. La obra de Sergio Ramírez (Masatepe, 1942) es variada y fértil: salvo el dramático, no hay género literario que no hayan desmenuzado sus manos hoy marcadas por el tiempo, la tinta y la sangre derramada en su país.

Porque Ramírez, además de escritor y abogado, fue desde muy joven un activista político convencido. No sólo combatió contra la dictadura de los Somoza, también ha vivido en primera líneas los acontecimientos que han marcado la historia de Nicaragua, incluso los más recientes. Participó en la revolución del Frente Sandinista, ejerció como vicepresidente de su país junto a Daniel Ortega (hoy es uno de sus mayores críticos). En los noventa, desencantado, zanjó definitivamente su relación con el poder y la revolución.

Todo ese conglomerado de guerrillas, guerras civiles, revoluciones, dictaduras, clandestinidad, caudillos, narcotráfico, exilio, catástrofes naturales y resurrecciones civiles forman parte del entramado de la bella obra del autor. Un hombre comprometido, un pensador con férreos valores humanos y sentido crítico, un escritor con intensa y pronta tradición literaria familiar. Fue su madre, Luisa Mercado, quien puso entre sus dedos su primer Quijote, quien le enseñó a leerlo, a entenderlo, a disfrutarlo. Después llegaron Garcilaso, Quevedo, García Lorca, Neruda, Poe, Maupassant, Chéjov, Dickens… Y su gran inspirador, el poeta Rubén Darío, “quien creó nuestra identidad, no sólo en sentido literario, sino como país”.

Aunque ya sólo se dedica a escribir, su alma no ha abandonado la convulsa historia política de su tierra. “Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que siguen luchando sin más armas que sus ideales porque Nicaragua vuelva a ser república”, fueron sus primeras palabras tras recibir el premio.

Cervantes, claro, y Rubén Darío fueron los protagonistas de un discurso repleto de reflexiones sobre la lengua española — Rubén trajo novedades liberadoras a la lengua que recibió en herencia de Cervantes, sacudiéndola del marasmo—, el mestizaje, los otros grandes autores (García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Gioconda Belli, Italo Calvino o Sergio Pitol) transmisores del legado cervantino. Y sobre su tierra, Nicaragua, América. “Mi América, nuestra América, como solía decir Martí. La Homérica Latina, como la bautizó Marta Traba”.

Entre su prolífica e interesante obra, escoger tres libros no es precisamente fácil. Aunque tampoco excesivamente complejo: el último, Ya nadie llora por mí, publicado en septiembre de 2017; su obra cumbre, Margarita está linda la mar (1998); La fugitiva (2011), porque nos lleva a Costa Rica, país que acogió al escritor en más de una ocasión y donde vivió tras terminar sus estudios de Derecho.

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