Fue allá por el 2014 cuando tuve mi primer contacto con el que hoy sé que llaman el decano de la novela negra sueca. Su obra Huesos en el jardín formaba parte del botín literario de turno (aquella vez en clave noir) dedicado a estrujar cada equis meses mis exangües estanterías. Entonces no tenía ni idea del peso de Henning Mankell en el género. Además, he de confesar que esta precuela del auténtico final de su antihéroe policial no me dejó apenas huella.
Henning Mankell nació en Estocolmo el 3 de febrero de 1948. Su infancia transcurrió entre Härjedalen y Borås, los libros de leyes de su padre y las partituras de piano de su abuelo. Lo del colegio y los estudios no era lo suyo, y a los 16 se enroló en un barco mercante. Tres años de husmeo por Europa le devolvieron a Suecia con un bagaje cultural considerable y una visión de la sociedad europea un poco más oscura de lo que cabría esperar en un chaval de su edad.
Se inició en el teatro —género que nunca abandonó— y el relato. Pero fue la narrativa policial la que le hizo mundialmente famoso.
Sus novelas negras, salpicadas de instantáneas sociales, no se limitan a narrar trepidantes historias de crímenes, culpables y policías. Henning Mankell refleja un contexto, el nórdico, que dinamita la imagen idílica que tenemos sobre ellos los europeos del sur. Racismo, corrupción política, tráfico de drogas y de personas, inmigración e integración, sectas, ninis escandinavos y otras especies adolescentes igualmente embrutecidas... Todo ello acompañado de un clima hostil, escenarios sombríos y paisajes de hielo. Y en los noventa. Mucho antes de que la trampa del estado del bienestar nos reventara en la cara.
Tampoco sabía yo aquel invierno del 14 que el célebre autor sueco acababa de ser diagnosticado del cáncer que le condujo a la muerte un año después. Cuentan que no se arrugó ante lo inevitable. Así lo plasma Mankell en Arenas movedizas. Una obra ajena al género negro donde refleja su experiencia como un duelo frente a la muerte.
Ahora no estoy en Madrid. La pila de libros que me traje para disfrutar de mi estación favorita sucumbió mucho antes de lo que esperaba. A pesar de Amazon, la FNAC o la Casa del libro, la vida estival y lugareña me retrotrae a la infancia, a los tiempos donde la prisa no existía. Y a las bibliotecas rurales. Chiquititas, recogidas, deliciosas. Donde casi nunca encuentras los títulos más vendidos.
Ese reencuentro con el pasado y el capricho del azar me ha llevado de nuevo a Henning Mankell. A esa Suecia de los noventa y los primeros años del nuevo milenio que es una radiografía adelantada de la sociedad de hoy. Al (re)descubrimiento de un novelista inmenso. A enamorarme del tipo inteligente, intuitivo y al borde del caos que es Kurt Wallander. A profundizar en la personalidad que aquella precuela del 2014 ni siquiera me permitió intuir.
Como una especie de alter ego del autor (Mankell aseguraba que no), Kurt Wallander también nació en 1948, le gustaba la ópera y trabajaba en exceso. Inspector de policía en Ystad, pequeña ciudad sueca situada en Escania, es el típico hombre desastre. Melancólico y depresivo, vive solo, come mal, bebe demasiado, apenas duerme y su vida personal roza la ruina. Sin embargo, como investigador, resulta difícil de igualar.
Por primera vez en mi vida, con respecto al noir, no he seguido el orden de publicación. No lo lamento. Es tarde para arrepentirme de la infinidad de spoilers que implica leer sin método ni disciplina. Aunque ha sido La quinta mujer la novela que me ha abierto la puerta al universo delictivo de Mankell (sigo con Cortafuegos) no descarto devorar, desde la anarquía lectora más absoluta, el resto de novelas protagonizadas por Wallander. Seguro que él lo entendería. Su padre literario también.
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Relación cronológica de la serie de Kurt Wallander (Tusquets):
Asesinos sin rostro (transcurre entre enero y agosto de 1990).
Los perros de Riga (febrero-mayo de 1991).
La leona blanca (abril-junio de 1992).
El hombre sonriente (octubre-diciembre de 1993).
La falsa pista (junio-septiembre de 1994).
La quinta mujer (septiembre-diciembre de 1994).
Pisando los talones (junio-octubre de 1996).
Cortafuegos (octubre-noviembre de 1997).
Antes de que hiele (agosto-noviembre de 2001, protagonizada por su hija Linda).
Huesos en el jardín (octubre-diciembre de 2002).
El hombre inquieto (enero de 2007-mayo de 2010).
La pirámide (Relatos. Entre 1969 y 1990).
El retorno del profesor de baile (protagonizada por el policía Stefan Lindman tiende un puente entre las novelas de Wallander y la protagonizada de nuevo por Linda).