Lo llaman el libro imposible, el códice más enigmático del mundo, el misterio literario que nadie ha conseguido descifrar. Sobre el Manuscrito Voynich —escrito en un lenguaje extraño y completamente desconocido— se han imaginado tantas leyendas como intentos para desencriptar su contenido. Ni siquiera los poderosos ordenadores de la NSA han logrado traducir una sola palabra.
¿Qué misterio esconde, entonces, este códice? ¿En qué idioma, sistema de escritura o código está escrito? ¿Guarda el secreto de una poción anticonceptiva o quizá una fórmula alquímica para la obtención del oro? Se ha llegado a especular con la posibilidad de que fuese un cuaderno botánico, un tratado astrológico, una obra iniciática, un testamento élfico, incluso un diario extraterrestre. Sin embargo, afirman expertos de la Universidad de Manchester, se trata de una lengua real, tal vez europea cuyo alfabeto también es un enigma.
Las desconcertantes ilustraciones —plantas que no existen, diagramas zodiacales, símbolos esotéricos, alegorías femeninas rescatadas de vaya usted a saber qué rituales iniciáticos— no aclaran ni contenido ni propósito y el autor es otro misterio. El polígrafo Roger Bacon, el astrólogo John Dee o el extravagante alquimista Edward Kelley son algunos de los nombres barajados, pero tampoco existe prueba alguna que haya consolidado tales atribuciones.
240 páginas conservadas, escritas en el siglo XV —entre 1404 y 1438, según pruebas del carbono 14 efectuadas en la Universidad de Arizona en 2011—, un rastro incierto que se perdió en el Renacimiento y varios propietarios conocidos (un tal Georgius Barschius, alquimista praguense; Rodolfo II, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; su farmacéutico, Jacobus Sinapius; y Athanasius Kircher, entre otros) constituyen las únicas y escasas certezas acerca del códice cuyo nombre proviene de su último descubridor: Wilfrid Voynich. Librero anticuario polaco que lo adquirió en 1912 a los jesuitas romanos de Villa Mondragone.
Desde 1969, gracias a la donación de Hans Peter Kraus el extraño pergamino reside de manera permanente en la Biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale, el paraíso donde encontrar los libros más fascinantes del mundo. Aunque la mayoría no pueden salir de sus paredes de cristal, tras una década de espera, los responsables de la biblioteca concedieron a los dos socios de la editorial burgalesa Siloé Arte y Bibliofilia todos los derechos para recrear en edición facsimilar el Manuscrito Voynich. Es la primera vez que la Universidad de Yale permite realizar una copia en facsímil del célebre códice.
La espera, sin duda, ha valido la pena me explica por teléfono Juan José García, uno de los creadores de la pequeña editorial Siloé: “tardamos 10 años en conseguir los derechos; dos años más para realizar las réplicas”. 898 ejemplares exactos del mayor misterio literario de la historia recién ven la luz, después de un trabajo artesanal extraordinario. Y es que cada una de las réplicas se ha elaborado a mano por curtidores de pieles y pergaminos, serígrafos, encuadernadores, costureros, dibujantes, orfebres… a la manera medieval con total fidelidad al original fotografiado en Yale.
Todas las páginas (pergaminos originales curtidos por especialistas) han sido cosidas con hilo de cáñamo y encuadernadas posteriormente en tapa blanda de piel, imitando sus desperfectos, agujeros, taras y demás afrentas infligidas por el tiempo y el descuido. De ahí que cada volumen vaya documentado con una explicación del estado del original. “Una belleza lograda a base de esfuerzo y minuciosidad, sigue Juanjo, de uno de los ejemplares más maravillosos que he tenido entre las manos”.
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