Los orígenes del ballet en Rusia se remontan a los tiempos de Pedro el Grande, a principios del siglo XVIII, aunque es la emperatriz Catalina II la impulsora de uno de los antecedentes directos del Bolshoi: una compañía pequeñita fundada por el príncipe Piotr Urúsov, integrada por trece estudiantes del Orfanato de Moscú. Desde 1776 se ofrecieron en el Teatro Petrovsky de la capital representaciones regulares de ballet dirigidas por Filippo Beccari.
Fue un siglo después, cuando el inmenso Marius Petipa logró reunir la pureza del ballet clásico francés con la expresividad pantomímica de los italianos. Las dos corrientes dominantes de la danza europea hallan así en la Rusia imperial su simbiosis perfecta. El maestro francés —junto a Enrico Cecchetti— sentó las bases técnicas y estéticas de una de las compañías más antiguas y perfectas del mundo. Y Sergio Diaghilev, el revolucionario antiacadémico que descubrió a los europeos el refinamiento de las creaciones rusas y las más importantes figuras de principios del siglo XX: Fokine, Karsavina, Nijinsky, Anna Pavlova, Serge Lifar…, la quintaesencia del alma rusa.
El Ballet del Bolshoi, uno de los símbolos culturales de Rusia, vivió una de las etapas más brillantes de su historia en plena Guerra Fría. Al otro lado del telón de acero, la capital británica se preparaba en el verano del 56 para recibir a la mítica compañía rusa en otro de los templos de la danza mundial: la Royal Opera House. La relación entre el Ballet Bolshoi y la ciudad de Londres es la de una historia de amor cuyo origen se remonta hasta Urúsov. Y es que el empresario inglés Michael Maddox fue padre y cofundador del teatro Petrovsky.
La Fábrica edita la historia londinense del Bolshoi en imágenes. Momentos íntimos e irrepetibles captados por el ojo certero de Sasha Gusov, maestro de la fotografía, amante sin condiciones de la compañía rusa y eterno explorador de la esencia del ballet clásico.
Ensayos, sesiones de maquillaje, detalle del vestuario, retratos o imágenes robadas a los bailarines en momentos de máxima concentración componen una sinfonía visual inédita e íntima. Durante dos décadas, el fotógrafo ruso afincado en Londres ha desgajado en blanco y negro los entresijos, el día a día del conjunto moscovita. El esfuerzo, el sacrificio, la fugacidad de un tutú, instantes suspendidos sobre un escenario duro, los dedos heridos envueltos en raso. Todo eso está en este libro afinado con la delicadeza de un artista pulcro, observador, casi un antropólogo social del humano contemporáneo.
Las fotografías de Gusov no son un reflejo de la vida, sino de esa irrepetible coincidencia de circunstancias en un tiempo y un espacio que el artista ha captado con su cámara, señala el director de cine Andrei Konchalovsky en el texto que introduce las imágenes. Mirando esas fotografías puedes imaginar el momento, cómo era, e incluso su sonido.
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The Bolshoi. Sasha Gusov. Textos introductorio de Andrei Konchalovsky. La Fábrica editorial. 180 páginas | Inglés | 32 x 24 cm | PVP 65 € | ISBN 978-84-17048-10-5.
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