Aparte de engullir páginas con una glotonería alarmante, aspirar como toxicómanos el aroma adictivo a libro recién horneado o perder la noción del tiempo (y del espacio) entre anaqueles repletos de volúmenes, lamentando no tener siete vidas, a los lectores empedernidos nos apasionan las rarezas de nuestros escritores favoritos. Indagar más allá de sus textos o husmear como sabuesos en sus intimidades es un pasatiempo irresistible. Eso es lo que hace Richard Cohen en el ensayo Cómo piensan los escritores, recientemente publicado por Blackie Books.
Hijo de padre judío y madre irlandesa católica, Richard Cohen (Birmingham, 1947) fue incapaz de separar la literatura y la espada. Ante la imposibilidad de elegir combinó ambas, convirtiéndose en escritor y tirador profesional de esgrima al tiempo. Como deportista, aprendió el bello arte de la espada en la Downside School, cerca de Bath. Mientras ganaba el campeonato de su país cinco veces y participaba en tres juegos olímpicos, entre 1972 y 1984, el británico empleaba el resto de su tiempo en las letras. Trabajó como editor y director editorial en Hutchinson and Hodder & Stoughton hasta que fundó su propio sello. Por supuesto, también le dio por escribir en medios como The New York Times o The Wall Street Journal y novelas y ensayos de gran éxito internacional.
Que Hemingway y Philip Roth escribían de pie o que Scott Fitzgerald y Bukowski destilaban alcohol por todos los poros son crónicas de dominio público. Aunque Cohen también lo comenta en este ensayo —elegido como libro del año por The Spectator—, sus pesquisas acerca de las inclinaciones literarias y no literarias de los autores más célebres le llevan hasta lo más profundo del proceso creativo de cada uno de ellos. Como explican desde Blackie, “Richard Cohen explora cómo arrancar un libro, cómo se construye un personaje, cómo narrar una escena de sexo, cómo se escribe y reescribe. Y, también, cómo vive cada autor todo el proceso: sus miedos, bloqueos y trucos para superarlos”.
Por sus páginas desfilan Vladimir Nabokov, Lewis Carroll, Dumas, Jane Austen, Gustave Flaubert…, las azarosas relaciones entre ellos y sus grandes novelas, cómo encajaban la fama, los misteriosos nombres de algunos de los personajes más controvertidos del universo literario. No sé si siendo coetánea de Mark Twain, hubiese querido saber qué pensaba el escritor de sus lectores. Aunque sí por qué Tolstói estaba convencido de que “todas las familias felices se parecen”, por qué Virginia Woolf creía en el ritmo por encima de todo, las realidades convertidas en ficción, los contextos culturales y sociales tan diversos en los que los genios de las letras desarrollan sus facultades, la magia de sus palabras.
“Este libro —dice Cohen— describe cómo los autores a los que he leído y con los que he trabajado llegan a componer sus libros y cómo toman sus decisiones creativas, para bien y, en algunos casos, también para mal”. En él evoca lo maravilloso, lo sublime de la escritura, los trucos, los fallos, las técnicas y también las obsesiones de los escritores más brillantes.