Resulta extraño cómo a veces la vida nos sorprende con sucesos, eventos o noticias en principio independientes que uno se empeña en relacionar. Me acuesto con la crónica del cumpleaños de Rafael Sánchez Ferlosio y la mañana siguiente me despierta el fallecimiento de Jean d'Ormesson. Ambos nonagenarios, inmensos escritores, grandes maestros de las letras españolas y francesas del último medio siglo. Ambos autores de novelas, ensayos y artículos periodísticos. Amantes los dos de la historia, la filosofía y la cultura. Ambos igualmente paradójicos. Aparte de estas coincidencias, ¿qué tienen en común?
En apariencia nada. Si el español, siempre nadando a contracorriente, es reacio al exhibicionismo mediático, a la pose y la impostura y “al grotesco papel del literato”, el francés era un hedonista y un seductor: exquisito y elegante, amante de los placeres, el lujo, las vacaciones, el mar… Sin embargo, tampoco se achantaba ante la posibilidad de nadar como los salmones. “Un hombre de derechas con ideas de izquierdas”, “un novelista sin novela”, solía decir de sí mismo; un detractor de la televisión, siempre presente en los medios. Un aristócrata irreverente que no dudó en romper con el machismo imperante de la Academia Francesa apostando por la entrada de Marguerite Yourcenar, pese a la feroz oposición a la que se enfrentó.
¿Por qué, entonces, los mezclo en el mismo texto? Porque siempre insisto —una manía— en hacer de cualquier casualidad una metáfora. No exactamente una metáfora, suena demasiado pretencioso. En este caso sí: la del ciclo de la vida. Parecería la presunción más atroz que he escrito jamás si no fuera porque estos dos autores, que no tienen nada en común, me ha empujado a reflexionar sobre ello. Porque ambos han sido (son) dueños de sus vidas. De unas vidas plenas, colmadas de días, despreocupadas del futuro; porque ambos han construido una obra repleta de tiempo y de recuerdos, del paso del tiempo y de los recuerdos. Porque ambos han sido capaces de envejecer, rejuveneciendo en cada una de sus letras.
Porque estos dos hombres de caracteres tan diferentes, existencias tan dispares e ideologías tan opuestas, han hecho del tiempo, la vida y la muerte el motor de sus respectivas obras, premiadas en multitud de ocasiones. Ferlosio tenía 29 años cuando recibió el Nadal por El Jarama, 77 cuando se le concedió el Cervantes en 2004. D’Ormesson 48 cuando fue elegido miembro de la Academia Francesa, 59 cuando obtuvo el premio Chateaubriand al conjunto de su obra.
Sánchez Ferlosio, uno de los mejores prosistas en castellano del último siglo, celebraba además de su aniversario la publicación de Páginas escogidas (Penguin Random House), un amplio recorrido por la totalidad de su obra. Jean d'O, uno de los mejores prosistas de la lengua francesa del último siglo, celebraba en 2016 la edición de su última obra, Je dirai malgré tout que cette vie fut belle (Diré pese a todo que esta vida ha sido bella), como una especie de premonición. Un himno a la vida que adoraba por encima de todo; un libro de recuerdos dialogados del escritor que amaba el placer y no cesaba de jugar con el tiempo y la eternidad.